Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Es algo que existe en un rincón desconocido,
en un rostro de escombros debajo de mi lengua.
Es algo que yo mismo rasgué sin darme cuenta.
Tal vez fue mi corazón de arena dejado sobre el agua,
o mis pies descalzos que dejé enterrados sin su sombra.
Tal vez fui yo mismo envuelto en la palabra,
o un perro que murió al ver mis ojos.
Tal vez fue mi desaliento agusanado que en vano sepulté en mi propia sepultura,
o fue, quizá, mi propia voz perdida en lo negro de mi boca.
Mas no es sueño lo que sueño.
Es un deseo de regresar a un lugar inexistente,
a un espacio de donde uno no ha partido.
Es la indigencia humana que busca luciérnagas dotadas de palabras.
Es la búsqueda del yo enterrado en la garganta.
La falta de plenitud en la que vivo,
el caer y levantarse día a día.
Los dioses son plenos por no ser dioses.
Los misterios son inexistentes.
En la nada no existe nada, ni tú ni yo ni nadie.
Solo la nada misma.
El silencio que flota en el silencio.
La oscuridad que brilla en la negrura.
El tiempo mismo lo sabe bien, y sin embargo, también pide lo que no tiene.
Del libro:
El
silencio y la sombra de
Genaro González Licea
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