viernes, 28 de mayo de 2010

El rito de la muerte

El amor se nutre de soledad y de su hambre.

Eduardo O’ Gorman

Cuando uno ama sabe que inicia el rito de la muerte, el desierto del amor. Y esto es así porque a fin de cuentas el amor no es otra cosa que vivir plenamente la intensidad de la vida al mismo tiempo que la muerte, buscar la eternidad del instante por parte de dos seres que se complementan y corresponden en su integridad humana, uno a uno, piel a piel. Cuando uno ama ¡qué importa el qué dirán, lo fértil o no del sol o de la luna, ser novios o casados! Cuando uno ama lo que busca es el amor, ser amoroso real y verdadero, ser amoroso instante, suspiro de eternidad, presagio cotidiano de una pasión que nace y sucumbe, rejuvenece y muere al mismo tiempo.
Ser amoroso es ser amoroso amante, día a día, noche a noche con el ser amado.
Los amorosos se desnudan sin prejuicio, muestran su cuerpo sin importar su juventud o el paso de los años; sus brazos y sus pies son de madera, con ellos incendian su pasado, su presente y su futuro. Son como niños que no temen a la muerte, día a día son como pirañas que desde el río se arrojan al mar; son como potros salvajes que se montan en la eternidad y se hunden más allá, mucho más allá del infinito y del fondo del océano; precisamente porque saben que su destino es sucumbir para volver amar.
Los amorosos son como un pedazo de carne devorada por las hienas; son rostros fusionados en un instante, pensamientos que noche a noche se asoman a la gloría y al infierno, mas nunca al limbo, lugar donde sólo habitan los mediocres, los arrepentidos, los que amaron sin morder la carne y masticar en el cuerpo del otro su propio cuerpo.
El limbo es para los amantes que amaron de rodillas, que amaron por amar, sin buscar en el otro por los siglos de los siglos su guarida, sin encontrar en sí mismo a la astilla amada, la estaca que se clava. El limbo es para los amantes que nunca fueron plenos.
Los amorosos son comunión de amor, rabia de búsqueda en las puntas de los dedos, de la lengua, de los cuerpos que se unen y se alejan. Los amorosos pisan la gloria y el infierno en un respiro, son sed y agua, rito de vida y muerte. Los amorosos buscan, diría Sabines, “son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan”, “su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan”. “Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin el diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite”.
Los amorosos son mucho más que los amantes. Los amantes son instinto, momento que inicia y se termina, espejismo, desengaño, ansiedad que muere. Limbo sobre limbo. Y es que los amantes, nos dice Henry Miller, “no se enamoran, sino simplemente aman”. No piden poseer sino ser poseídos por el amor. Y aquel que no es poseído, será un amor desventurado, triste destino de un amor que no es correspondido. Tal es el caso del Werther de H. W. Goethe, quien el 3 de septiembre de 1772 escribe: “a veces no comprendo cómo puede amar a otro hombre, cómo se atreve a amar a otro hombre amándola yo con un amor tan perfecto, tan profundo, tan completo; cuando no conozco más que a ella, ni sé nada, ni tengo otro pensamiento que ella”.
Cuando uno ama sabe que inicia el rito de la muerte, el desierto del amor. Sabe que cada instante es infinito y el último instante no existe porque en ninguno de los dos hay el temor de un día quedar solos; saben que no resisten la lejanía del aroma de su cuerpo, la melancolía y el recuerdo del mañana: son el uno para el otro, son complemento, hambre y alimento.
Los amorosos atropellan, causan un dolor que nadie entiende, sólo ellos cuando se miran y se dicen en silencio que se están causando daño, que están muriendo al soportar el grito del dolor. Los amorosos son soñadores que se derrumban en los dedos del amor, son más, mucho más que un millón de amantes.
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.


lunes, 24 de mayo de 2010

Libertad

Amo la vida como, estoy seguro, un perro ama a su amo. Amo la libertad del águila o la paloma, en ellos reconozco mi libertad plena, la que nunca podré tener porque, al decir de Canetti, “uno sólo es libre cuando no quiere nada”.

martes, 18 de mayo de 2010

¿Y la ética del poder?

(Segunda parte)

Lo reconozco; los descaros, los acuerdos ocultos y las verdades a medias, me llevaron a ver los días tristes y las calles desoladas. Me levanto a solas. Me reconforta saber que soy parte de una sociedad civil viva, caminante, con proyectos e intereses. Soy parte de una sociedad civil que sigue a pesar de que el ejercicio del poder nos tome el pelo, nos manipule, nos mienta, nos deje fuera de sus decisiones.
El poder ejercido sin la sociedad civil mexicana. El poder ejercido por el poder mismo, y frente al mismo poder, cual espejo fiel y único interlocutor.
¿Y dónde quedó el hermoso proceso histórico de transición que inició el país en el año dos mil? Está en la sociedad civil, no se ha perdido ni se perderá. ¿Son tan grandes los compromisos del Estado como para que realmente no podamos ser nosotros mismos sin dejar de ser parte del otro? ¿Será que la izquierda, la derecha, los centros y los extremos, han renunciado a la construcción de un proyecto nacional? Todo indica que su compromiso se da con la democracia, con el desarrollo y comportamiento democrático de los individuos, mas no con los intereses de clase de los mismos.
Ochenta millones de mexicanos están en juego; ¿están en juego? No, creo que no. De ahí mi tristeza y que me haya permitido citar, tanto las palabras del maestro Margadant, como escribir desde mi soledad y recogimiento; desde la vida que sigue y la muerte que espero; desde la desesperanza y el desencanto humano.
Veo un panorama desolado, un Estado en ruinas. Busco un jefe de Estado y no lo encuentro. Busco alguien que hable de frente a la nación, que no huya a la crítica, a la confrontación de ideas y principios, y tampoco lo encuentro. A todos los hombres de Estado que toman las decisiones reales de poder, los veo agazapados fomentando la cultura del rumor y del engaño. ¿Acaso se han extinguido los políticos y estadistas en México? ¿Dónde están los líderes políticos con la capacidad real de asumir la conciencia colectiva? ¿Dónde está el “nuevo príncipe” producto de una transición? ¿Será que la derecha en el poder ha quedado atrapada en el protocolo, en la política de la imagen, el rating, las cámaras, los aplausos y las declaraciones?
Declaraciones que van desde el considerar que los problemas nacionales se pueden resolver en cuestión de minutos; hasta la solicitud de pedir: “básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush”, así como: el “FMI marca el camino”. México planificado desde la política económica del Fondo Monetario y el Banco Mundial. El financiamiento viene de ahí, escúchese entonces, México es parte de los países económicamente dominantes en el sistema financiero mundial, pero claro está, como un país maquilador. ¿Y cómo no serlo si en él es prácticamente nula la educación e investigación; cuenta con graves problemas de corrupción e inseguridad pública, en tanto que sus partidos carecen de legitimidad y liderazgo?
Llamo a la reflexión crítica, al estudio de la realidad política y social del país, a estar lejos de las disputas desgastantes de los nombres y apellidos.
*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado Mexicano, Edición del autor, Derechos reservados, México, 2003.

¿Y la ética del poder?

(Primera parte)

A la memoria del
Dr. Guillermo Floris Margadant

En una de las varias ocasiones que traté al Dr. Guillermo Floris Margadant, quien era Presidente de la Comisión Dictaminadora del Personal Académico “Grupo Quince” de la Facultad de Derecho, de la UNAM, me permití recordarle mi gratitud por unas palabras suyas que me revitalizaron y permitieron salir a flote de cierto pesimismo en que caí al observar la mezquindad que se da cuando la teoría y la práctica no van más allá del beneficio personal, del beneficio por el beneficio mismo.
Cuando lo posesivo se sobrepone a lo colectivo; cuando se rompe el justo medio entre teoría y práctica, desarrollo individual y social; la generosidad de dar y recibir; la humildad de ser uno mismo sin dejar de ser parte del otro.
Sus palabras decían que “en nuestra época, el ideal, algo pasivo, de honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere, ya no basta; de todos nosotros se requiere estudio serio y luego actividad para crear un mundo en el cual cada uno pueda desarrollar sus facultades, en los tres campos esenciales de la vida privada, las satisfacciones físicas, las intelectuales y las culturales, sin perjuicio para el desarrollo de los demás, un mundo en el cual tantos millares de pequeños obstáculos administrativos y ritos sociales tradicionales, algo anacrónicos, eco de épocas primitivas, dejen de obstaculizar la simple alegría de vivir hic et nunc; en el cual lo científico y la caridad se compenetren progresivamente; en el cual lo creativo se incremente cada vez más, con detrimento de los rasgos posesivos, la colaboración sustituya cada vez más la envidia, y los verbos de "hacer", "vivir" y "ser" triunfen cada vez más claramente sobre el "tener".”
¿Por qué retomo lo anterior? Porque en estos momentos parecería que en todos los sectores de poder se sobrepone el interés individual sobre el colectivo; el beneficio de recibir sin el complemento de dar; la búsqueda del ascenso por el ascenso mismo, del mandato por el mandato mismo; del ejercicio del poder falto de ética.
Por lo mismo, no es casual que impere la hipocresía, el cinismo, el doble juego. Ello me lastima no solamente como mexicano, sino también como ciudadano que se ve humillado en su dignidad humana. Soy profesor y como tal mi lucha la libro frente a mis alumnos, frente a cualquier persona que me permita compartir sus ideas, su visión de mundo; con cualquier ser humano que me permita intercambiar ideas. Estas líneas, incluso, véanse como parte de mi condición docente.

*González Licea, Genaro, Ensayo sobre la reestructuración del Estado Mexicano, Edición del autor, Derechos reservados, México, 2003.

martes, 11 de mayo de 2010

La confianza

"Por muchos años mi fe y esperanza la deposité en personas encumbradas; personas que eran cual dioses para mí; posteriormente mi fe y esperanza la deposité en el ser humano, en el hombre. Dioses y hombres se derrumbaron. Me había olvidado de la condición humana y de la confianza en mí mismo".

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.