El amor se nutre de soledad y de su hambre.
Eduardo O’ Gorman
Cuando uno ama sabe que inicia el rito de la muerte, el desierto del amor. Y esto es así porque a fin de cuentas el amor no es otra cosa que vivir plenamente la intensidad de la vida al mismo tiempo que la muerte, buscar la eternidad del instante por parte de dos seres que se complementan y corresponden en su integridad humana, uno a uno, piel a piel. Cuando uno ama ¡qué importa el qué dirán, lo fértil o no del sol o de la luna, ser novios o casados! Cuando uno ama lo que busca es el amor, ser amoroso real y verdadero, ser amoroso instante, suspiro de eternidad, presagio cotidiano de una pasión que nace y sucumbe, rejuvenece y muere al mismo tiempo.
Ser amoroso es ser amoroso amante, día a día, noche a noche con el ser amado.
Los amorosos se desnudan sin prejuicio, muestran su cuerpo sin importar su juventud o el paso de los años; sus brazos y sus pies son de madera, con ellos incendian su pasado, su presente y su futuro. Son como niños que no temen a la muerte, día a día son como pirañas que desde el río se arrojan al mar; son como potros salvajes que se montan en la eternidad y se hunden más allá, mucho más allá del infinito y del fondo del océano; precisamente porque saben que su destino es sucumbir para volver amar.
Los amorosos son como un pedazo de carne devorada por las hienas; son rostros fusionados en un instante, pensamientos que noche a noche se asoman a la gloría y al infierno, mas nunca al limbo, lugar donde sólo habitan los mediocres, los arrepentidos, los que amaron sin morder la carne y masticar en el cuerpo del otro su propio cuerpo.
El limbo es para los amantes que amaron de rodillas, que amaron por amar, sin buscar en el otro por los siglos de los siglos su guarida, sin encontrar en sí mismo a la astilla amada, la estaca que se clava. El limbo es para los amantes que nunca fueron plenos.
Los amorosos son comunión de amor, rabia de búsqueda en las puntas de los dedos, de la lengua, de los cuerpos que se unen y se alejan. Los amorosos pisan la gloria y el infierno en un respiro, son sed y agua, rito de vida y muerte. Los amorosos buscan, diría Sabines, “son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan”, “su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan”. “Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin el diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como en una lámpara de inagotable aceite”.
Los amorosos son mucho más que los amantes. Los amantes son instinto, momento que inicia y se termina, espejismo, desengaño, ansiedad que muere. Limbo sobre limbo. Y es que los amantes, nos dice Henry Miller, “no se enamoran, sino simplemente aman”. No piden poseer sino ser poseídos por el amor. Y aquel que no es poseído, será un amor desventurado, triste destino de un amor que no es correspondido. Tal es el caso del Werther de H. W. Goethe, quien el 3 de septiembre de 1772 escribe: “a veces no comprendo cómo puede amar a otro hombre, cómo se atreve a amar a otro hombre amándola yo con un amor tan perfecto, tan profundo, tan completo; cuando no conozco más que a ella, ni sé nada, ni tengo otro pensamiento que ella”.
Cuando uno ama sabe que inicia el rito de la muerte, el desierto del amor. Sabe que cada instante es infinito y el último instante no existe porque en ninguno de los dos hay el temor de un día quedar solos; saben que no resisten la lejanía del aroma de su cuerpo, la melancolía y el recuerdo del mañana: son el uno para el otro, son complemento, hambre y alimento.
Los amorosos atropellan, causan un dolor que nadie entiende, sólo ellos cuando se miran y se dicen en silencio que se están causando daño, que están muriendo al soportar el grito del dolor. Los amorosos son soñadores que se derrumban en los dedos del amor, son más, mucho más que un millón de amantes.
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.