Que la fortuna acompañe su soledad, que es, al mismo tiempo, la soledad del poeta.
poemario editado por El canto de la Alondra
Que la fortuna acompañe su soledad, que es, al mismo tiempo, la soledad del poeta.
poemario editado por El canto de la Alondra
"Ya jamás regresarás.
Ceniza y viento
es el infinito de tu alma ahora".
De "la sequedad del estanque",
poemario de Genaro González Licea
La
mejor presentación de un libro, más de un libro de poesía, es, bien se podría
decir, no presentarlo. La poesía, el conocimiento, debe regresar al lugar donde
nació, igual que la ceniza a la tierra que nos protege y alimenta. Somos carne
y ceniza, tierra y viento, agua subterránea que abraza al infinito.
Sin embargo, al ver en mis manos La
Sequedad del Estanque, quise darle un adiós y bienvenida. La debilidad
humana, la siempre presente debilidad humana. Lo ideal sería recibir y despedir
este poemario a la sombra de un árbol o a la luz y vaivén de los cuatro
vientos, o bien a la orilla de cualquier vereda, todas ellas, a fin de cuentas,
llevan al centro del alma, al centro de la bondad humana.
Para bien o para mal, decidí presentar La
Sequedad del Estanque, entre estas mis cuatro paredes, una ventana que me
mira y la puerta del tiempo. Es un testimonio de gratitud a tantas amistades que,
sin conocerlos ni conocerme sin otra expresión que la palabra, han dado cobijo
y aliento a lo que escribo, cosa que agradezco muy de veras. Más en estos
tiempos donde abunda la mezquindad y la gula del poder. La soledad y
desconfianza, la violencia de la ficticia propaganda del éxito y fracaso. El
respeto y la tolerancia, la vida fraterna y en comunidad, están viviendo un
sueño que bien vale la pena despertar. Y ahí está la voz de los poetas, la voz
inagotable del poeta, la palabra de miles de personas dialogando con su tiempo,
con la decadencia y renacer del tiempo.
La Sequedad del Estanque es un
modesto murmullo de esa voz. Es, se diría, un asomo al vacío, a la vivacidad del
vacío, a la piel subterránea, íntima, de la vida y de la muerte que al mismo
paso siempre van. Eso es La Sequedad del
Estanque, e inicio la lectura de unos cuantos versos suyos:
1
La sequedad del estanque.
El silencio vacío.
Mi aura flotando sin el agua.
El palpitar del frío envuelto entre la escarcha:
nada quedará de mí, de ti,
del olor a musgo en esas grietas que me miran.
2
La vida es tan efímera como la muerte,
aromas pálidos que rozan gozosos
el musgo de una piedra perdida en el olvido.
3
Entre las horas pardas
y los cirios consumidos,
veo mi cuerpo partir abrazado de un suspiro.
Nada quedará de él.
El viento destejerá su carne
y el sol su voz y su alarido.
Nada quedará de él, nada.
4
Los girasoles siguen también la sombra de la luna,
la voz amarga del verano,
el llanto de los muertos perdidos en un mar sin sepultura,
el murmullo de las hojas envueltas
en lo oscuro de mis pasos,
la eterna eternidad del agua abrazada
con la noche y su espesura.
5
Hay veleros que se van al mar
sabiendo que está vacío,
la brisa les llama,
fresca, imponente, eterna,
plena de soledad y ausencia,
ausencia de ti, de mí,
de este andar y desandar sin rumbo,
buscando tan solo un día, un instante,
que nunca llegará.
6
Nadie me espera ya,
ni el murmullo del agua,
ni el consuelo de mi voz humedecida.
Nadie,
ni el viento, ni mi sombra, ni el vacío.
7
Ahora lo sé,
mis pasos no son más que un polvo de huesos
al ras de mi camino.
8
Alma mía que te vas sin mí,
ya jamás sentirás mi piel amarga.
Serás brisa flotando en el ocaso.
9
Antes de que las brasas encuentren
lo oscuro de mis penas,
antes de que arda mi piel entre mis llagas,
sí, antes de que el viento se deslice
en lo incierto de mis huesos,
debo decirte que amé
como ama aquel que no busca ser correspondido.
De odios y venganzas nada supe,
amé como el viento ama al viento,
la piedra a la piedra y el agua al agua.
Amé sin sentimientos encontrados.
Amé como se ama el día y el día que se va.
10
Prepárate a morir, poeta,
solo, sin una sombra que te abrace.
Desnudo de ti, de mí,
de la gloría calcinada en el camino.
El alma es un instante de misterios y pasiones,
luces y sombras encontradas,
comunión de voces divinas y profanas,
instantes de llamas, brisa, tierra y ceniza adolorida.
Prepárate a morir, poeta.
Despídete de esa tu voz hecha de leña
y arde, con ella, sin temores.
Muchas
gracias a todos.
Genaro González Licea
Caloclica, CDMX, 7 de abril de 2024
Genaro González Licea
La sequedad del estanque,
editado por EL CANTO DE LA ALONDRA,
Francisco Fierro Brito, su director y poeta.
Tengo a la vista la maqueta y portada del poemario “La sequedad del estanque”, libro que dediqué a mí siempre maestro don Pedro Vuskovic Bravo, hombre de gran sencillez y calidad humana.
“La sequedad del estanque” es
un libro editado por EL CANTO DE LA ALONDRA, elcantodelaalondra@gmail.com, que
cabe en bolsillos y bolsas de mano, su tema es el envejecimiento del ser
interno que tenemos todos, la vivacidad de la vida y el amoroso encuentro con el
misterio de la eternidad de la muerte.
Dicho poemario, por otra
parte, esta prologado por el poeta y crítico español José-María González
Ortega, quien, además de sus libros de poesía, conferencias y recitales, ha coordinado
antologías, dirigido programas culturales y participado en diversos grupos literarios.
Un privilegio que su pluma y su estatura acompañe el camino de poemas tan
modestos.
Es de agregar que “La sequedad
del estanque” ha sido cuidadosa y amorosamente editadas por EL CANTO DE LA
ALONDRA, “esfuerzo editorial independiente abierto a autores con reconocida
trayectoria, pero también a quienes se inician en las letras”. Su diseño estuvo
a cargo de Ulises Fierro Naranjo, la coordinación por la escritora y poeta
Marcela Román N., y la fotografía por Ingrid L. González Díaz.
Felicidades mi estimado poeta y editor Francisco Fierro Brito, felicidades a todos por el trabajo realizado. Que “La sequedad del estanque” recorra su camino y llegue a buen puerto. Mi gratitud a todos.
Rodeado de la bondad de tantas
y tantas almas, está a unas horas de aparecer “La sequedad del estanque”,
poemario lleno de mí y de un gran número de alientos que apreciaré siempre.
La editorial ELCANTO DE LA ALONDRA, elcantodelaalondra@gmail.com, me obsequió la oportunidad de “ser navío” para llevar mis versos al puerto de su destino.
Mi gratitud a todos
“Vengo arrebatar del hocico los códices devorados
las
palabras de estuco grabadas en mis bóvedas
vengo
a cincelar con extraños augurios
mi rostro
que no conozco”.
Y es así como Benito Balam inicia su
caminar como poeta, su búsqueda interior, su encuentro y desencuentro consigo
mismo y con el otro, con su presente y su pasado y, sobre todo, con la
presencia y fortaleza de una cultura milenaria, de horizonte comunitario
compuesto por un concierto de voces, todas ellas con su aroma y su textura, su
autonomía y sentido de pertenencia. La antología que aquí se presenta es parte
de esa búsqueda y caminar literario y filosófico de vida de Benito Balam.
Su actitud y compromiso de vida de “arrebatar
del hocico los códices devorados”, “las palabras de estuco grabadas” en sus
bóvedas, y más aún, su actitud y compromiso de construir y reconstruir, de “cincelar”,
como él lo llama, su “rostro” que no conoce, su historia, nuestra historia e
historicidad que ha sido sepultada. De ahí precisamente el título de mi modesto
comentario, incorporado generosamente por Benito en la antología: Benito
Balam y la palabra amorosa nacida del subsuelo. En la misma tesitura se
ubican las líneas que escribí para la presentación de dicha obra en el Foro
Zozobra de la Casa Museo Ramón López Velarde, en Jerez, Zacatecas, mismas
que titulé: Las “raíces del agua” o el principio del principio de Benito
Balam.
Por supuesto que no repetiré aquí, en este Museo
Casa de la Memoria Indómita, lo ahí dicho, sin embargo, sí reiteraré que no
estamos frente a un texto cualquiera. Tanto en esta antología como en su obra
entera, no existe desperdicio alguno. Y ello es así porque en su obra se
percibe una visión de vida, una filosofía del ser, una voz auténtica, autónoma,
reflexiva y crítica.
En la obra de Benito Balam hay una búsqueda
permanente de nuestras raíces, de nuestro rostro y filosofía propia, de nuestra
historicidad y, lo más complejo que existe, hay una propuesta de convivencia de
culturas en comunidad, que Benito denomina el “alma indocristiana”. Alma de mil
colores, alma maya y universal. Alma que, más que ubicarla como un acto de fe, hay
que percibirla como un despertar y construir, en el espíritu de cada quien, con
un sentido de equidad y justicia social, con un compromiso de respeto y
convivencia colectiva. Incluso, se diría, hay que percibirla como una auténtica
formación de identidad y conciencia social, dicho con palabras del propio
Benito (materia de otro escrito filosófico/político), con una auténtica “formación
de la conciencia nacional de México”, configurada desde la base de la amplia
gama de comunidades originarias que integran nuestro país.
Es de agradecer que esta visión de mundo, que
de suyo tiene un gran valor, Benito Balam la expone, en esta antología de
manera literaria y poética, hermosa y profundamente poética, vía una parte de sus
escritos que van de 1976 a 2023. No me casaré de decirlo, Benito Balam es un
gran poeta. Un poeta congruente, de canto social y libertario, amorosamente
libertario, desde sus orígenes hasta nuestros días.
En toda la obra de Benito Balam hay esta
esencia y continuidad, esta savia que no cambia nunca, puede, quizá, cambiar la
forma, lo cual es muy lógico con el paso del tiempo, pero el fondo prevalece,
además de intacto, aquilatado. Su palabra y compromiso social es el mismo y
otro al mismo tiempo. Su savia sigue intacta y, a la vez, mucho más
fortalecida. Es la voz del jaguar aquilatado.
Traigo, nos dice, un jaguar que me desgarra
dentro: “es un jaguar que apenas cabe / es un jaguar que merodea hiriendo mis
paredes / es un jaguar que se revienta… / y se rebosa a litros por mis
palabras”. Y concluye: “soy un jaguar de Indoamérica / lo reconozco / a bien
salud/ mi respetable herencia”. Esta es la “raíz del agua” de Benito Balam.
Su palabra es vital para acercarnos a nuestro
pasado, a nuestra forma de ser, a nuestra raíz de dignidad intacta e
inconquistada, sea esta raíz: maya, purépecha, tarahumara, huichol, lacandona,
triqui, negra, morena, blanca o castaña. En todas ellas lo que existe es un
espíritu colectivo con una raíz de barro. Raíz que, lo repito, tiene mucho que
ver con sus y nuestros ancestros, con su dignidad de piedra que nadie a
conquistado.
Agréguese al contenido propio, muy propio, de
la palabra de Benito, la riqueza cultural por él bebida de personas de gran
compromiso social, y no me refiero solamente al maestro José Hernández
Delgadillo, por dar un nombre, sino también a toda una generación cultural con
pies de barro: chamanes, campesinos, mineros, albañiles, pintores, escritores,
profesores, gente pobre de aquí y de allá, códices petrificados, milpas y
mazorcas, estudiantes, madre tierra y padre sol. Las montañas, los ríos y los
mares. Los jaguares y el árbol de la ceiba.
Todos están en las “raíces del agua”, en la voz
social y libertaria de un poeta que tiene un agudo oído interno, llamado Benito
Balam. Hombre generoso que obsequia siempre un puño de luz, una revelación, una
esperanza, a todo aquel que a él se acerque. Les aseguro, mis amigos, que el
exterminio de nuestra cultura, de nuestro pasado libertario y colecticio, de nuestra
historia y espíritu de barro, nunca se llevará a cabo, en tanto existan poetas
como Benito Balam.
Genaro
González Licea
Caloclica,
CDMX, enero de 2024