Fotografía de Ingrid L. González Díaz
cal sobre pasos calcinados,
tormentas que azotan el alma atormentada,
llagas que humedecen el lamento de luciérnagas heridas,
rostros que huelen a tarde sepultada,
a coyotes que hechizan la presa con su aullido.
La melancolía es el aroma de un estanque avejentado,
un llanto en silencio reprimido, un recuerdo mal herido
y muerto sin haberse perdonado.
Es la misericordia de la culpa hecha ceniza,
el llanto arrepentido de un puñal ensangrentado.
Es un suplicio que roe el alma de una balsa
que vaga sin saberlo en la amargura,
azul miserable que presagia el recuerdo de un miedo devorado,
negra tristeza que flota en el invierno
y duerme eternamente en un pantano.
La melancolía es una silvestre florecilla
que acompaña el amargo vacío de siempre estar muy solo.
Del libro:
El
silencio y la sombra de
Genaro González Licea
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