martes, 6 de septiembre de 2022

"Nada dejo", poema de Genaro González Licea en la voz de Ángeles Fernández Martín y J. Juan López Raya

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Con gran alegría he recibido un sinnúmero de gratos comentarios de Argentina, Colombia, México y España, con relación al poema “nada dejo” que dediqué a Ángeles Fernández Martín y J. Juan López Raya, y ha sido bellamente musicalizado y cantado por ambos. He dado contestación a todos ellos, sin concluir aún con esta tarea. Cómo me gustaría dejar constancia de todas y cada una de las expresiones llenas de aliento y vitalidad. Sin embargo, si me permiten, deseo transcribir, como ejemplo, los siguientes versos que dan cuenta de que, tratándose de la palabra, del canto poético de la palabra, las fronteras son inexistentes.

         Uno de esos versos son de la escritora Martha Obregón Lavín, que tituló: tanka para “nada dejo”, el cual a la letra dice:

 

Un hombre va

y se adentra en la niebla

siembra palabras

 

florece cada sílaba

su sombra es luminosa.

 

         Otros versos son de don Guillermo I. Ortiz Mayagoitia, y refieren:

 

Mejicano te dicen tus amigos,

los que cantan bonito, con destreza.

Mexicano te sabes, de prosapia,

porque evocas tu tierra con tristeza.

 

Finalmente, el siguiente comentario del poeta Benito Balam: “una voz mexicana musicalizada por españoles que aman México. Sin duda la fuerza existencial de tu poesía, trasminó fronteras, me da tanto gusto por ti”.

         Mi gratitud a todos. 




lunes, 5 de septiembre de 2022

Genaro González Licea: Al caer el tiempo, un poemario sobre la decadencia y florecimiento humano.

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Al caer el tiempo es un poemario que trata sobre la decadencia humana y, al mismo tiempo, sobre el florecimiento de la vida. La vejez, la vida y la muerte están presentes en él, martillean verso a verso hasta rozar el eco del olvido.

Al caer el tiempo es un poemario dedicado al poeta y amigo Hans Giébe, y  tiene un epígrafe de don Carlos Castilla del Pino, mi maestro de toda la vida, que refiere: “el tiempo pasa para todos. Pero mi futuro se adelgaza y es ya, aunque se prolongue tanto como yo deseo, incomparablemente más breve que mi pasado”.

         Al interior del texto se pueden localizar tres epígrafes más, el de, mi  maestro también, don Eduardo Nicol que expresa: “para ser lo que es, el hombre necesita hacerse un hombre nuevo: ser distinto para ser sí mismo”, así como el que menciona: “la nada, como no es, no puede ser límite de nada”, de Enrique González Rojo Arthur, persona generosa, fraterna y extremadamente humana, que me tendió la mano y me permitió dialogar con él por siempre.

            Finalmente, el epígrafe de Pedro Garfias Zurita que dice: “ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber por qué”. Estas líneas encabezan el tercer apartado del poemario al caer el tiempo, y en él intenté, solo intenté, dar voz a tantos y tantos muertos en mi país, pero tantos y tantos.

 Genaro González Licea 

Caloclica, CDMX, septiembre de 2022. 



viernes, 2 de septiembre de 2022

Genaro González Licea: los gusanos se pasean en mi boca

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Los gusanos se pasean en mi boca,

su tristeza es grande

como el dolor de las flores al rozar lo roto de mis huesos,

mi cadáver maltrecho de tanto golpe recibido,

mi carne deshecha

que en tus brazos se evapora y en silencio el aire aleja.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: no cierres mis ojos, no, no los cierres

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


No cierres mis ojos, no, no los cierres,

en ellos verás siempre la tristeza de los tuyos,

el campo verde, el silencio de lo blanco de la luna,

la flor llorosa que vi en ti

al sentir la soledad del viento alejarse entre tus pasos.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: como cuerpo desnudo perdido en el vacío

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Como cuerpo desnudo perdido en el vacío,

como alma en la sombra mirando el desconsuelo,

o como lluvia que duerme en unos ojos sepultados,

un cadáver mira lo fresco de su herida,

el desprecio de los pasos que se acercan y se van.

 

Murió en la indiferencia.

Nadie cerró sus ojos ni su boca.

El sol calentó sus huesos y el viento le dijo adiós.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: con el tiempo

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Con el tiempo,

los muertos sin sepultar son las hojas que pisamos,

las flores olvidadas que nos ven,

el polvo que en silencio nos espera.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: el dolor dejado por el mar

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz 


El dolor dejado por el mar

en la sal que mira la tristeza de las olas,

es el manto que envuelve tantos muertos,

como yo, que nadie reconoce,

seres dejados en los escombros de la luna,

en la carne sin huesos que llora desterrada.

 

Duele ver mi muerte

en el cadáver de un desconocido como yo.

Duele su vacío, su alma huérfana de mí,

de él mismo y de su propio desamparo.

Duele, duele.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: soy el mirar de una sombra dejada en la montaña,

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Soy el mirar de una sombra dejada en la montaña,

un recuerdo torturado en el camino,

una voz perdida

en un lugar que busco, y busco, y no encuentro.

Tal vez, igual que yo, porque nunca ha existido.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: a mis pies resbala el peso de una sombra

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


A mis pies resbala el peso de una sombra

que nunca más volverá a ser ya mía.

Cómo me duele esta soledad,

este espacio denso y desnudo en la intimidad mía.

 

Nada frente a mí.

El atardecer se asoma al filo de la luna,

una vida inútil se desliza sobre el río,

un fantasma busca una voz que ya no existe,

unas larvas ciegas se acercan a la orilla de mis ojos.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: pisa mi voz para sentir en tu boca el dolor de mis palabras

 

Genaro González Licea 
Fotografía sin datar


Pisa mi voz para sentir en tu boca el dolor de mis palabras,

el frío y la humedad del desamparo,

el sabor de unas manos torturadas.

la sombra de alguien que no existe,

las espinas de una madre que le llora.

 

En mí se esconde el llanto de la muerte,

la brisa triste de la aurora,

el dolor de unas almas que agonizan,

el sollozo de un velero en alta mar.

 

Mis huesos serán alas salidas de tu boca,

mi grito un sonido tendido en el suelo de tus pies.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: la muerte no me deja estar dentro de mí

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


La muerte no me deja estar dentro de mí.

Camino y miro el polvo de mi sombra,

mi alma no sabe que murió conmigo,

húmedo es su cuerpo,

seca mi voz abrazando su vacío.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: mi dolor es una lápida que guarda un cementerio

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Mi dolor es una lápida que guarda un cementerio,

un suspiro que en mis manos reverdece,

espinas llorando de amargura,

heridas sangrando de abandono.

 

Vivo el duelo de vivir la vida,

el olvido dejado por mi sombra,

la soledad del viento que sin mí camina.

 

Morí ejecutado en un silencio clareado por la luna,

la luz evaporó mi rostro en el vacío,

seré por siempre un ser desconocido.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: morí sin saber dónde

 

Fotografía: Ingrid L. González Díaz 


Morí sin saber dónde.

Un alma me arrojó al vacío,

otra, la mía, camina como fantasma

perdido entre las hojas.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: el aire huele a muertos arrastrados por el agua

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz



El aire huele a muertos arrastrados por el agua,

a cráneos tirados mirando su agonía,

a voces atadas en la tumba de mis manos.

 

El aire huele a muertos torturados,

a quejidos escondidos en la tierra que pisamos,

a presagios, rezos y alaridos.

 

Es grande el dolor que deja el silencio de la muerte.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 




Genaro González Licea: en los párpados de un ser desconocido

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


En los párpados de un ser desconocido

duermen los gusanos que en silencio le acompañan.

En sus llagas florece su abandono,

en sus labios se hunde mi dolor.

 

Estamos vivos de tanto morir

en los huesos de cadáveres perdidos.

 

Somos párpados tendidos sobre el llano,

espinas clavadas en su herida,

murmullo de su voz buscando su destino.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea



Genaro González Licea: un cadáver mutilado

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Un cadáver mutilado,

niños con lágrimas atadas en la boca,

mujeres desnudas flotando sobre el río,

sobre la luz huérfana del río.

 

¡Cuántos muertos sin enterrar!

¡Cuánto dolor tendido entre las piedras!

Quejido de sus ojos en mis ojos,

muertos míos, mis muertos.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: los muertos en las piedras se miran degollados

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Los muertos en las piedras se miran degollados,

sus recuerdos se enroscan en el viento,

su alma llora en el vientre de las flores.

¿Por qué morimos?, se preguntan.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: fui asesinado con las manos del otro que son mías

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Fui asesinado con las manos del otro que son mías.

Soy mortaja clandestina sin cruz en el camino.

Mi hogar es el baldío,

el recuerdo de una sombra que fue mía.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea



Genaro González Licea: escucho el latido de las piedras

 


Genaro González Licea
Fotografía sin datar 


Escucho el latido de las piedras,

el susurro ensangrentado que les tiñe,

el dolor pisado que les hiere.

 

¡Cuántos muertos se han sembrado

como sombras clavadas en lo seco del camino!

¡Cuántos en la brisa que se lleva el mar!

¡Cuántos en el huerto clandestino de tus ojos!

 

Su silencio es un llanto que murmura,

un cirio migrante que me mira,

un suspiro que consuela la tumba que hay en mí.

¡Cuántos muertos! ¡Cuántos! ¡Cuántos!

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea



Genaro González Licea: un cadáver limpia en silencio su lengua mutilada

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Un cadáver limpia en silencio su lengua mutilada.

Su grito se pierde en lo denso de la bruma.

Su alma entristece al ver cómo sin él se va.

 

Ya jamás tocará el rostro aquel que tanto amaba,

su cuerpo será por siempre tierra olvidada sin saberlo,

hierba supurando la luz de su agonía,

muerte que nunca sabrá por qué llegó.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: el viento llora en mis entrañas

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


El viento llora en mis entrañas.

Mi esperanza duerme en un atardecer perdido.

Mi dolor se esconde en mis ojos torturados,

en las manos que amputaron los pies de mi camino.

Estoy en el fondo de un estanque,

mi alma agoniza sin saberlo.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: las varas que me buscan acarician mi alma adolorida

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Las varas que me buscan acarician mi alma adolorida.

Son los dedos de un capullo tocando mi destierro,

la sombra que mira el cansancio de mis pasos,

la cálida neblina envolviendo la carne que fue mía,

la tierra clandestina que duerme en mi piel asesinada.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: cortaron mis oídos, un dedo y otro más

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Cortaron mis oídos, un dedo y otro más,

la mano entera me dijo adiós,

sus gritos se quemaron en mi boca,

su sombra me dejó en el abandono.

 

Morí abrazado del olvido,

ciego, maltrecho

y envuelto en un dolor calcinado entre las llagas.

 

Escuché mi ausencia con mis ojos.

Acaricié mi cráneo con mi mano,

aquélla, la de entonces, la que está en mi sombra ahora.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea 



Genaro González Licea: en las paredes heladas de las fosas clandestinas

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


En las paredes heladas de las fosas clandestinas

nacen cardos que lloran en mí cuando respiro,

flores transparentes que brillan al sentir mi lejanía,

quejidos que buscan dormir sombre mi hierba,

piedras que buscan las lágrimas del río,

gritos ciegos, desolados,

dejados por la muerte violada en lo efímero del alba.

 

Del libro:

Al caer el tiempo de Genaro González Licea