Fotografía de Ingrid L. González Díaz
a la intemperie de un invierno teñido con sangre de palomas,
veo el infinito perderse entre las ramas.
Nada me dice nada ya.
Escucho el respiro de las hojas.
Miro mi interior vacío, inacabado en sí mismo inacabado.
Una música de lejos me serena,
es triste como el desaliento de alguien que no encuentra lo perdido.
Es una oración de amor que arrulla con su aroma un nido de pájaros caídos.
Ya terminé de estar en este mundo.
He devuelto todo lo prestado, mas siempre deberé lo mucho que me dio mi yo desconocido.
Espero el amanecer.
Caminaré en el aliento de un aire marchitado.
Seré un silencio vacío,
una sombra en la sombra.
Del libro:
El
silencio y la sombra de
Genaro González Licea
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