En el ciprés duerme una sombra que me duele,
un silencio que abraza la soledad del
viento.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
En el ciprés duerme una sombra que me duele,
un silencio que abraza la soledad del
viento.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Ahora los días se van sin ti
y regresan con tu ausencia,
son días de silencio y soledad,
de piedra desnuda labrada con el frío.
Ya jamás regresarás.
Ceniza y viento
es el infinito de tu alma ahora.
Alma amorosa,
tierna, fraterna,
como aquellos ojos, tus ojos,
que en mis ojos miraban tu partida.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
La nostalgia de tu adiós
es un mirar mi pequeñez sin que te vayas,
oler el luto de tus ojos,
sentir tus manos muertas en las mías,
tocar la densidad del firmamento
con la lengua de mis pasos.
La muerte, tu muerte, la mía,
no es más que una mortaja pegada en la
cara del olvido,
una piedra molida sin dientes en la boca,
un abismo de espinas que sangra con el
viento,
un pesar amargo, seco,
como el dolor de un árbol solitario
mirando su destino.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Veo sus cenizas palpitar
como gotas de rocío perdidas en la aurora.
El aire las lleva con su voz distante
y ese suave mirar del que sabe
que ya jamás verá la luz del día,
ni el rostro del ser amado,
ni la vieja cobija que tanto amó.
Su cuerpo es nada ya.
Sol y ceniza dejada entre mis manos,
tarde que se aleja como pájaro sin alas,
olor de brisa, manantial y sepultura.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Aquel día abril agonizaba,
era un jueves, un jueves muy azul,
un jueves de intenso azul en llamas,
de intenso azul olvido.
Aquel día, sí, aquel día,
con estos ojos le escuché decir:
“he perdido mi rostro y mi cadáver,
mi sombra que tanto amé.
Ya no tengo adónde ir,
la nada es tan inmensa y tan pequeña,
como una gota de rocío caída de tus ojos”.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
No busco el destierro, no, no lo busco.
El destierro, a fin de cuentas,
es un regreso a cualquier parte.
Busco el vacío de mi vacío,
la ausencia de saber que ya no existo,
la oscuridad del silencio y del olvido.
La nada, busco el sendero de la nada.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
El cirio permanente de saber que ya no existes,
desnuda luciérnaga callada,
sombra que en mi sombra se despoja,
como pasos que se pierden en el viento,
en la quietud del viento,
en el dolor del agua,
en el silencio de unos pies quemados sin
sus pasos.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
No te abandono, no, no te abandono,
tan solo me alejo de ti
como piedra que aúlla enterrada en la memoria,
como estanque sin agua que bebe su dolor.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Su alma tranquila a lo lejos me veía.
Era como un suspiro desterrado,
como un hastío caído en su abandono.
Le escuché decirme en voz muy baja:
“Estoy perdida.
Mis pasos languidecen como el día.
Llévame a morir, llévame, llévame ya.
Envuélveme en tus manos
y abracemos el vacío con mi sombra”.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Mi cansancio es un dolor desnudo de esperanza,
una hoja fatigada flotando sin sentido,
una ausencia dormida y desahuciada,
agonía de huesos mordiendo en mis entrañas
su dolor,
su voz y su ternura,
su alegría de vivir paso a paso con mi
muerte.
No, no esperes a que acabe este quejido,
nada es digno ya,
la vida es una piedra abrazada con la muerte,
luz oscura que abriga ya mi alma.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Antes de que las brasas encuentren
lo oscuro de mis penas,
antes de que arda mi piel entre mis
llagas,
sí, antes de que el viento se deslice
en lo incierto de mis huesos,
debo decirte que amé
como ama aquel que no busca ser
correspondido.
De odios y venganzas nada supe,
amé como el viento ama al viento,
la piedra a la piedra y el agua al gua.
Amé sin sentimientos encontrados.
Amé como se ama el día y el día que se
va.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Me ahogué con mi propio sudor envejecido.
Destruí mi tumba antes de haberme sepultado.
Los gusanos me buscarán sin encontrarme,
morirán viejos como yo, buscando, buscando,
buscando.
Mañana seré un viento suave jugando entre
tus manos,
un suspiro perdido sobre el agua.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Mi ser caminará por siempre en un lugar perdido.
Ya no regresaré ni sabré dónde me
encuentro,
ya no seré más lo que un día fui.
Ahora será el atardecer la palma de mis
manos
y mi sangre la humedad de la montaña.
El sol será la lejana lejanía de mis
pasos,
y la noche el humo de mi rostro
envejecido.
Ahora, sí, ahora,
los días serán las luciérnagas negras de
mis ojos
y mi aura la neblina llorando en el rocío.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Mi rostro se perderá en lo denso de la
bruma,
en la tristeza que se asoma al ver lo gris
de mi abandono,
el eco deformado de mi voz,
el dolor de mis huesos que no aguanto.
Llegaré a lo más hondo del ser,
encontraré la desnudez de mi alma
liberada,
la plenitud de mi ser vagando sin sentido.
Así será, lo sé, me lo dice este desahucio
y la humildad que deja el abandono.
Retrocesos no hay,
penas y arrepentimientos quedarán atrás,
solo me envolverá un aire suave, un fluir
sin voluntad.
La nada carece de contorno y de relieve.
La nada es nada en plenitud.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Caminaré por un sendero que no existe,
por un abismo donde nadie, ni mi sombra,
existirá.
Me hundiré en unos pasos sin saber que
son los míos,
pasos que huyen de mí,
de esta soledad donde la muerte desgarra
mi carne
dejada en el camino.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Mañana, cuando oscurezca,
mi sombra será tu sombra que se ha ido,
párpados agrietados de tanto llorar en
la hondonada.
Abrigué con mis lágrimas lo seco del
camino,
envolví con mi voz el sueño de tus ojos,
el deseo de morir en esta ceniza
sangrando entre las llamas,
en este acantilado de luciérnagas perdidas,
errantes, indigentes,
como la brisa tirada sobre el muelle,
como el crepúsculo que a lo lejos se
evapora.
Ya no regresaré a sentir lo agridulce del
sereno,
los lirios esconderán mi muerte en cualquier
parte,
en mi alma me llevo la sombra de mi olvido.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Me alejo como el viento que no sabe que se va.
Ya no regresaré a mirar mi sombra en el
camino,
lo sé, lo sé bien, porqué tú, mis ojos,
se perderán conmigo.
Mi lecho estará frío de esa soledad muy mía,
y mis manos serán oscuras en tus manos,
gritos sonámbulos cansados de buscarme,
rústica piedra, parteluz vacío.
Mi voz dormirá en un abismo que no
existe,
mis ojos en esa tristeza que llora si me
miras,
silencio arrastrado en el camino,
afligido dolor en mis pasos sepultados.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
La conciencia duele, duele, duele,
como gota de agua que el sediento bebe.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
El vacío engendra su vacío,
un instante, un latido,
un brillo en su sombra, un desvacío.
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La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Vine de lejos,
mis huellas se perdieron
y el agua sigue.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
Se va mi sombra,
placentera más triste:
no ve mis pasos.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
En el vacío
un grito se pierde,
entre las espinas.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea