jueves, 5 de enero de 2023

Genaro González Licea: en el ciprés duerme una sombra que me duele

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 En el ciprés duerme una sombra que me duele,

un silencio que abraza la soledad del viento.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: ahora los días se van sin ti

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Ahora los días se van sin ti

y regresan con tu ausencia,

son días de silencio y soledad,

de piedra desnuda labrada con el frío.

 

Ya jamás regresarás.

Ceniza y viento

es el infinito de tu alma ahora.

Alma amorosa,

tierna, fraterna,

como aquellos ojos, tus ojos,

que en mis ojos miraban tu partida.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: La nostalgia de tu adiós


fotografía de Ingrid L. González Díaz

 

La nostalgia de tu adiós

es un mirar mi pequeñez sin que te vayas,

oler el luto de tus ojos,

sentir tus manos muertas en las mías,

tocar la densidad del firmamento

con la lengua de mis pasos.

 

La muerte, tu muerte, la mía,

no es más que una mortaja pegada en la cara del olvido,

una piedra molida sin dientes en la boca,

un abismo de espinas que sangra con el viento,

un pesar amargo, seco,

como el dolor de un árbol solitario mirando su destino.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea 


 

Genaro González Licea: Veo sus cenizas palpitar

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Veo sus cenizas palpitar

como gotas de rocío perdidas en la aurora.

El aire las lleva con su voz distante

y ese suave mirar del que sabe

que ya jamás verá la luz del día,

ni el rostro del ser amado,

ni la vieja cobija que tanto amó.

 

Su cuerpo es nada ya.

Sol y ceniza dejada entre mis manos,

tarde que se aleja como pájaro sin alas,

olor de brisa, manantial y sepultura.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: aquel día abril agonizaba

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz 


 Aquel día abril agonizaba,

era un jueves, un jueves muy azul,

un jueves de intenso azul en llamas,

de intenso azul olvido.

 

Aquel día, sí, aquel día,

con estos ojos le escuché decir:

“he perdido mi rostro y mi cadáver,

mi sombra que tanto amé.

Ya no tengo adónde ir,

la nada es tan inmensa y tan pequeña,

como una gota de rocío caída de tus ojos”.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: no busco el destierro, no, no lo busco

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 No busco el destierro, no, no lo busco.

El destierro, a fin de cuentas,

es un regreso a cualquier parte.

Busco el vacío de mi vacío,

la ausencia de saber que ya no existo,

la oscuridad del silencio y del olvido.

La nada, busco el sendero de la nada.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: el cirio permanente de saber que ya no existes

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 El cirio permanente de saber que ya no existes,

desnuda luciérnaga callada,

sombra que en mi sombra se despoja,

como pasos que se pierden en el viento,

en la quietud del viento,

en el dolor del agua,

en el silencio de unos pies quemados sin sus pasos.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: no te abandono, no, no te abandono

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


No te abandono, no, no te abandono,

tan solo me alejo de ti

como piedra que aúlla enterrada en la memoria,

como estanque sin agua que bebe su dolor.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: su alma tranquila a lo lejos me veía

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Su alma tranquila a lo lejos me veía.

Era como un suspiro desterrado,

como un hastío caído en su abandono.

 

Le escuché decirme en voz muy baja:

“Estoy perdida.

Mis pasos languidecen como el día.

Llévame a morir, llévame, llévame ya.

Envuélveme en tus manos

y abracemos el vacío con mi sombra”.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: mi cansancio es un dolor desnudo de esperanza

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz 


Mi cansancio es un dolor desnudo de esperanza,

una hoja fatigada flotando sin sentido,

una ausencia dormida y desahuciada,

agonía de huesos mordiendo en mis entrañas su dolor,

su voz y su ternura,

su alegría de vivir paso a paso con mi muerte.

 

No, no esperes a que acabe este quejido,

nada es digno ya,

la vida es una piedra abrazada con la muerte,

luz oscura que abriga ya mi alma.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro Gonzálaez Licea: antes de que las brasas encuentren lo oscuro de mis penas

 

Genaro González Licea 
Fotografía sin datar


Antes de que las brasas encuentren

lo oscuro de mis penas,

antes de que arda mi piel entre mis llagas,

sí, antes de que el viento se deslice

en lo incierto de mis huesos,

debo decirte que amé

como ama aquel que no busca ser correspondido.

 

De odios y venganzas nada supe,

amé como el viento ama al viento,

la piedra a la piedra y el agua al gua.

 

Amé sin sentimientos encontrados.

Amé como se ama el día y el día que se va.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: me ahogué con mi propio sudor envejecido

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Me ahogué con mi propio sudor envejecido.

Destruí mi tumba antes de haberme sepultado.

Los gusanos me buscarán sin encontrarme,

morirán viejos como yo, buscando, buscando, buscando.

 

Mañana seré un viento suave jugando entre tus manos,

un suspiro perdido sobre el agua.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: mi ser caminará por siempre en un lugar perdido

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Mi ser caminará por siempre en un lugar perdido.

Ya no regresaré ni sabré dónde me encuentro,

ya no seré más lo que un día fui.

 

Ahora será el atardecer la palma de mis manos

y mi sangre la humedad de la montaña.

 

El sol será la lejana lejanía de mis pasos,

y la noche el humo de mi rostro envejecido.

 

Ahora, sí, ahora,

los días serán las luciérnagas negras de mis ojos

y mi aura la neblina llorando en el rocío.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: mi rostro se perderá en lo denso de la bruma

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz

 

Mi rostro se perderá en lo denso de la bruma,

en la tristeza que se asoma al ver lo gris de mi abandono,

el eco deformado de mi voz,

el dolor de mis huesos que no aguanto.

 

Llegaré a lo más hondo del ser,

encontraré la desnudez de mi alma liberada,

la plenitud de mi ser vagando sin sentido.

 

Así será, lo sé, me lo dice este desahucio

y la humildad que deja el abandono.

Retrocesos no hay,

penas y arrepentimientos quedarán atrás,

solo me envolverá un aire suave, un fluir sin voluntad.

La nada carece de contorno y de relieve.

La nada es nada en plenitud.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: caminaré por un sendero que no existe

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Caminaré por un sendero que no existe,

por un abismo donde nadie, ni mi sombra, existirá.

Me hundiré en unos pasos sin saber que son los míos,

pasos que huyen de mí,

de esta soledad donde la muerte desgarra mi carne

dejada en el camino.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: mañana, cuando oscurezca...

 


Fotografía de Ingrid L. González Díaz


Mañana, cuando oscurezca,

mi sombra será tu sombra que se ha ido,

párpados agrietados de tanto llorar en la hondonada.

 

Abrigué con mis lágrimas lo seco del camino,

envolví con mi voz el sueño de tus ojos,

el deseo de morir en esta ceniza

sangrando entre las llamas,

en este acantilado de luciérnagas perdidas,

errantes, indigentes,

como la brisa tirada sobre el muelle,

como el crepúsculo que a lo lejos se evapora.

 

Ya no regresaré a sentir lo agridulce del sereno,

los lirios esconderán mi muerte en cualquier parte,

en mi alma me llevo la sombra de mi olvido.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: me alejo como el viento que no sabe que se va

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz


 Me alejo como el viento que no sabe que se va.

Ya no regresaré a mirar mi sombra en el camino,

lo sé, lo sé bien, porqué tú, mis ojos,

se perderán conmigo.

 

Mi lecho estará frío de esa soledad muy mía,

y mis manos serán oscuras en tus manos,

gritos sonámbulos cansados de buscarme,

rústica piedra, parteluz vacío.

 

Mi voz dormirá en un abismo que no existe,

mis ojos en esa tristeza que llora si me miras,

silencio arrastrado en el camino,

afligido dolor en mis pasos sepultados.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: la conciencia duele, duele, duele

 

Genaro González Licea
Fotografía sin datar


 La conciencia duele, duele, duele,

como gota de agua que el sediento bebe.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 



Genaro González Licea: el vacío engendra su vacío

 

Fotografía de
Ingrid L. González Díaz

 

El vacío engendra su vacío,

un instante, un latido,

un brillo en su sombra, un desvacío.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: vine de lejos

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz

 

Vine de lejos,

mis huellas se perdieron

y el agua sigue.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: se va mi sombra

 

Fotografía de 
Ingrid L. González Díaz
 

Se va mi sombra,

placentera más triste:

no ve mis pasos.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea

 


Genaro González Licea: en el vacío un grito se pierde

 

Fotografía de Ingrid L. González Díaz

 

En el vacío

un grito se pierde,

entre las espinas.

 

Del libro

La sequedad del estanque de Genaro González Licea