domingo, 21 de abril de 2019

Presentación de Caloclica de Genaro González Licea




Genaro González Licea/Hans Giébe

fotografía sin datar, abril de 2019  



Agradezco mucho al Centro Cultural El Reloj  del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca, Hidalgo, la oportunidad que me brinda para presentar Caloclica, poemario que está al alcance de todos.

Agradezco también a Hans Giébe, por acompañarme en la presentación de un libro publicado en su ya conocida y reconocida editorial Vozabisal. Su labor cultural es digna de elogiarse, no menos que su gentileza y generosidad como persona, poeta y aforista, por mencionar algunas de sus actividades y expresiones profesionales que cotidianamente realiza.

  
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Uno escribe con el sentimiento en la mano. Escribe para sí, para mitigar su dolor y el dolor que le produce la violencia social que vivimos y en la cual estamos inmersos.

La poesía, entonces, es una expresión íntima y, a la vez, un reflejo del actuar cotidiano que vivimos. Es comunión. Suspiro colectivo.

El lenguaje poético le da textura, color, sonido, a esta conjugación, a esta expresión de búsqueda, de emociones, encuentros y desencuentros con uno mismo y con el otro.

Caloclica es un silencio, un vacío. Un espacio donde uno es más pequeño que un suspiro. Un instante.

La vida, la muerte, el desahucio, la indigencia y la desolación social constituyen su núcleo.

Caloclica se debe a mi maestro de toda la vida Enrique González Rojo Arthur. Pilar de la cultura mexicana y universal. Filósofo, poeta, luchador social, profesor y, sobre todo, humano, muy humano. Él hace el prólogo de la obra, el cual agradeceré siempre. Me instala en el gran compromiso que es escribir poesía.

Debo mencionar que este libro se lo dedico a otro pilar en la cultura española y universal como es Carlos Castilla del Pino. Incansable luchador social, forjador de conciencias, escritor, psiquiatra y académico de toda la vida. Cuando murió era integrante de la Real Academia Española, ocupaba la curul del que fue premio nobel de literatura: don Camilo José Cela.

Pues bien, como señala el mismo Enrique González Rojo, “Caloclica, casa del camino, es el lugar simbólico donde se escribe esta poesía. El dolor hace acto de presencia desde que sale el sol. Se trata de un día grisáceo que amanece mordiéndome la cara”. Es un estado de cuentas.

De este libro leeré algunos poemas y extractos de poemas.


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Mi saliva es el salitre sepultado.
Soy la soledad del agua,
el sueño que sueño en un sueño que no tuve.
El futuro me duele desde ahora.

Nací en un país que mira de reojo.
En un país que no se atreve a conquistarse.

Un mendigo se burla de mí cuando me mira,
otro me saluda desde un agujero al lado del camino.

Pero hay otro más que vive mi pasado bajo tierra.
Son mis ancestros de barro y agua,
mi venero de amor entre las ruinas,
mi voz desnuda cubriéndome las cienes.

Su soledad de peñasco me atrapa con sus manos.
Su inmensa soledad se confunde con la mía.



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Uno de pronto despierta solo,
escucha caer su sombra como lluvia en el olvido,
como voz enterrada,
como murmullo perdido.

Los recuerdos se envuelven con la luz que asoma,
los pájaros lagrimean al ver mis ojos,
cantan una canción que huele a flores,
a espigas rotas,
a sombra herida.



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Sembré el campo con letras de maíz y trigo,
las hortalizas de abril y el amor en los surcos de mayo.
Moriré por siempre en esta tierra callada
y en esta eternidad sin tiempo.

Amamantar la voz con el alma herida
y el amor de invierno dormido entre las hojas,
aligeró de pronto este caminar sombrío.
Húmedo como el grito de un niño.
Triste como un olvido en la piedra, como un recuerdo en el agua.




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Aléjate de esta tumba,
de estas líneas que cuelgan como pus entre los ojos.

Escribo con un dolor a cuestas y un aliento lejano con sonido a piedra,
a vacíos incumplidos,
a palabras rotas,
desteñidas como siluetas dormidas en la nada,
como miradas que resbalan en una calle sin ojos,
en una noche sin sombras.
Túnel de amor interminable,
vaciedad infinita,
volátil, efímera, inútil, superflua.

Actuar cotidiano de un comportamiento hueco,
poroso,
carcomido de amor, desamor, consuelo y desconsuelo.
Adicto consumo que alivia por instantes
el alma de estos tiempos sin tiempo.
Etéreos, virtuales, perversos.
La conclusión es una:
los demonios y los dioses han moldeado las conciencias
sin derecho a libertad.



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Es lacerante seguir una voz ajena y decir una palabra que no existe.
Eco que nace de un lugar inexistente.
Letras unidas sin algún significado,
música suave, perversa, dormilona,
que nos dice el brazo a mover,
el paso a dar,
el camino a seguir.
Eco paralizante que arranca los ojos
y trasplanta miradas que aparecen y desaparecen.
Ilusiones amarillas que cuelgan en nuestro interior como gusanos en pierna enferma,
gangrenada,
muerta.
  
© Genaro González Licea
fragmentos de Caloclica.
Presentación del libro Caloclica, editado por Vozabisal, en el Centro Cultural El Reloj del Instituto Municipal para la Cultura de Pachuca, miércoles 17 de abril de 2019.