¿El
gato es gato o soy yo un gato?
Me
gustaría descifrarlo ahora.
Vacilo,
dudo, decido hacerlo y no hacerlo.
Recuerdo.
Mi
voz descansa sobre las hojas que descienden,
mis
palabras se derriten en los labios.
Mi
tristeza tiene el peso exacto de mi infancia.
***
El
presagio cotidiano de la muerte,
lo
permanente de morir a cada instante,
hasta
que un día todo concluya.
***
Mis
recuerdos caen sobre las hojas,
son
ráfagas de luz,
mosaicos
de vida que nunca vivirán.
Fueron
aborto de infancia y destino.
***
Hay
un recuerdo vacío,
enigmático,
estéril,
tal
vez un sueño.
Me
veo desterrado de mi mismo.
Camino
a paso lento.
Entre
mis manos escucho un viento que se va.
Despierto
en el centro de un cementerio,
doblo
mi sombra
y
tiendo mis propios pasos sobre el césped y el rocío.
***
Carezco
de fortuna y si la tuviese,
la
emplearía para comprar un bote de basura,
una
cama, una silla y una mesa.
Una
hoja en blanco, un lápiz.
Después
dibujaría de mil y una maneras el alma de mi gato.
Crearía
mis propios fantasmas,
le
daría vida a mi vida;
al
interior de la vida de mi vida.
***
Nunca
pude tener un gato.
Acariciar
su pelo y con ello
tener
la ilusión de sentir las caricias
que
no recuerdo haber tenido de mis padres,
de
alguien que me diera aliento para seguir de pie,
comiendo
la carnosidad de las cáscaras de fruta
dejadas
en la soledad de un bote de basura.
Nadie
lo comprendió en su momento.
Pero
tampoco tenían la obligación de entenderlo.
***
Yo
no sé si es el afecto por mí mismo,
el
odio o el rencor,
los
que pudren ahora la esperanza que formé para sobrevivir.
Sólo
siento rodar mi sombra,
consumirme
en una ilusión que no existe.
Extrañar
lo que nunca he tenido.
***
Las
palabras dejan un hueco en mi pensamiento.
Los
gusanos pululan y avanzan sin sentido.
Mi
sombra se diluye, nada qué hacer.
Vigilar
mi sombra.
El
dolor despeja mi camino.
Genaro González Licea
del libro: El
desahuciado, el gato
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Genaro González Licea. Todos
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