Fotografía de Ingrid L. González Díaz
un cadáver envuelto en la palabra.
Soy un desierto desterrado más allá del tiempo,
una sombra que se va con el silencio,
una oración impura flotando en un tumor adormecido.
Soy cenizas enroscadas en su duelo,
cuchillo de cal pegado al fuego,
cansancio azul, a veces verde, a veces pardo, de tanto buscar la luz del día.
Triste fue mi caminar entre el maíz y el trigo,
entre la desesperanza del mar y la mortaja de los ídolos caídos.
Fui un indigente que amó las espinas y el aroma de las rosas,
me vi desnudo, dormí sin ojos y mordí con mis dedos la miseria cortada con navajas.
Ahora veme aquí.
Nada frente a mí.
Fui un instante para estar
eternamente solo.
Del libro:
El
silencio y la sombra de
Genaro González Licea
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