sábado, 20 de enero de 2024

Intervención de Genaro Gonzalez Licea en la presentación de "Raíces del agua" de Benito Balam

 



 “Vengo arrebatar del hocico los códices devorados

las palabras de estuco grabadas en mis bóvedas

vengo a cincelar con extraños augurios

                                      mi rostro que no conozco”.

         Y es así como Benito Balam inicia su caminar como poeta, su búsqueda interior, su encuentro y desencuentro consigo mismo y con el otro, con su presente y su pasado y, sobre todo, con la presencia y fortaleza de una cultura milenaria, de horizonte comunitario compuesto por un concierto de voces, todas ellas con su aroma y su textura, su autonomía y sentido de pertenencia. La antología que aquí se presenta es parte de esa búsqueda y caminar literario y filosófico de vida de Benito Balam.

Su actitud y compromiso de vida de “arrebatar del hocico los códices devorados”, “las palabras de estuco grabadas” en sus bóvedas, y más aún, su actitud y compromiso de construir y reconstruir, de “cincelar”, como él lo llama, su “rostro” que no conoce, su historia, nuestra historia e historicidad que ha sido sepultada. De ahí precisamente el título de mi modesto comentario, incorporado generosamente por Benito en la antología: Benito Balam y la palabra amorosa nacida del subsuelo. En la misma tesitura se ubican las líneas que escribí para la presentación de dicha obra en el Foro Zozobra de la Casa Museo Ramón López Velarde, en Jerez, Zacatecas, mismas que titulé: Las “raíces del agua” o el principio del principio de Benito Balam.

Por supuesto que no repetiré aquí, en este Museo Casa de la Memoria Indómita, lo ahí dicho, sin embargo, sí reiteraré que no estamos frente a un texto cualquiera. Tanto en esta antología como en su obra entera, no existe desperdicio alguno. Y ello es así porque en su obra se percibe una visión de vida, una filosofía del ser, una voz auténtica, autónoma, reflexiva y crítica.

En la obra de Benito Balam hay una búsqueda permanente de nuestras raíces, de nuestro rostro y filosofía propia, de nuestra historicidad y, lo más complejo que existe, hay una propuesta de convivencia de culturas en comunidad, que Benito denomina el “alma indocristiana”. Alma de mil colores, alma maya y universal. Alma que, más que ubicarla como un acto de fe, hay que percibirla como un despertar y construir, en el espíritu de cada quien, con un sentido de equidad y justicia social, con un compromiso de respeto y convivencia colectiva. Incluso, se diría, hay que percibirla como una auténtica formación de identidad y conciencia social, dicho con palabras del propio Benito (materia de otro escrito filosófico/político), con una auténtica “formación de la conciencia nacional de México”, configurada desde la base de la amplia gama de comunidades originarias que integran nuestro país.

Es de agradecer que esta visión de mundo, que de suyo tiene un gran valor, Benito Balam la expone, en esta antología de manera literaria y poética, hermosa y profundamente poética, vía una parte de sus escritos que van de 1976 a 2023. No me casaré de decirlo, Benito Balam es un gran poeta. Un poeta congruente, de canto social y libertario, amorosamente libertario, desde sus orígenes hasta nuestros días.

En toda la obra de Benito Balam hay esta esencia y continuidad, esta savia que no cambia nunca, puede, quizá, cambiar la forma, lo cual es muy lógico con el paso del tiempo, pero el fondo prevalece, además de intacto, aquilatado. Su palabra y compromiso social es el mismo y otro al mismo tiempo. Su savia sigue intacta y, a la vez, mucho más fortalecida. Es la voz del jaguar aquilatado.

Traigo, nos dice, un jaguar que me desgarra dentro: “es un jaguar que apenas cabe / es un jaguar que merodea hiriendo mis paredes / es un jaguar que se revienta… / y se rebosa a litros por mis palabras”. Y concluye: “soy un jaguar de Indoamérica / lo reconozco / a bien salud/ mi respetable herencia”. Esta es la “raíz del agua” de Benito Balam.

Su palabra es vital para acercarnos a nuestro pasado, a nuestra forma de ser, a nuestra raíz de dignidad intacta e inconquistada, sea esta raíz: maya, purépecha, tarahumara, huichol, lacandona, triqui, negra, morena, blanca o castaña. En todas ellas lo que existe es un espíritu colectivo con una raíz de barro. Raíz que, lo repito, tiene mucho que ver con sus y nuestros ancestros, con su dignidad de piedra que nadie a conquistado.

Agréguese al contenido propio, muy propio, de la palabra de Benito, la riqueza cultural por él bebida de personas de gran compromiso social, y no me refiero solamente al maestro José Hernández Delgadillo, por dar un nombre, sino también a toda una generación cultural con pies de barro: chamanes, campesinos, mineros, albañiles, pintores, escritores, profesores, gente pobre de aquí y de allá, códices petrificados, milpas y mazorcas, estudiantes, madre tierra y padre sol. Las montañas, los ríos y los mares. Los jaguares y el árbol de la ceiba.

Todos están en las “raíces del agua”, en la voz social y libertaria de un poeta que tiene un agudo oído interno, llamado Benito Balam. Hombre generoso que obsequia siempre un puño de luz, una revelación, una esperanza, a todo aquel que a él se acerque. Les aseguro, mis amigos, que el exterminio de nuestra cultura, de nuestro pasado libertario y colecticio, de nuestra historia y espíritu de barro, nunca se llevará a cabo, en tanto existan poetas como Benito Balam.

 

Genaro González Licea

Caloclica, CDMX, enero de 2024 

 


Genaro González Licea 
Fotografía sin datar