Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Necesito de mí mismo y del otro para ser un yo distinto.
Mas nada tengo.
Veo a lo lejos un yo desarraigado jugando con el frío,
un escarabajo bajo el agua juntando mi nombre destrozado.
Escucho el eco de mi voz en lo negro de una piedra agusanada.
Es un silencio que respira como un atardecer escondido
en un lugar que ya no existe.
Es la muerte de mi muerte,
es mi alma que muere desolada,
es el tiempo perdido con el tiempo.
Del libro:
El
silencio y la sombra de
Genaro González Licea
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