miércoles, 27 de agosto de 2014


Un día a mi rostro le nacerá una flor bajo la tierra.

 

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Segunda Edición, Derechos reservados, México, 2014.

 

viernes, 4 de julio de 2014

El duelo*


El duelo de vivir sin una parte nuestra. Hay duelos que no terminan nunca, se vuelven una obsesión, enferman.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Segunda Edición, Derechos reservados, México, 2014.

Cuando la sombra se acaricia*


La sombra del ser amado acariciará por siempre la soledad de su complemento.
 
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Segunda Edición, Derechos reservados, México, 2014.

La coraza del dolor*


El dolor es un mecanismo de defensa, igual que la angustia, el desprecio, el rencor y el temor.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Segunda Edición, Derechos reservados, México, 2014.

La falsa cortesía*


La cortesía melosa me lastima, me hiere, me molesta. Siento que me dan una limosna sin pedirla y con monedas sin valor.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Segunda Edición, Derechos reservados, México, 2014.

viernes, 6 de junio de 2014

Los maestros en los años de formación*


Los padres, los maestros de los primeros años, los maestros de los años de formación, son realmente hamletinos; nos dicen: “amarás cuando tengas edad”, escúchese: no cuando te nazca; “llora cuando estés frente a la desdicha”, por lo mismo, no cuando desees; “aplaude cuando se te pida”, no cuando quieras; otra vez recogiendo el sentir de Onofre Gil, “ser lo que se debe ser; nunca ser lo que se es o como se es.”

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

Antes de hablar valora si puedes callar*


Trata lo más que puedas de ser prudente, perseverante, cauteloso. Antes de hablar valora si puedes callar, antes de cuestionar analiza muy bien si el que actúa mal eres tú. Y si tú tienes razón, de todos modos trata lo más que puedas de ser prudente; soportar un error, un comentario injusto, habla mejor de ti que si lo tallas en la cara, lo gritas a los cuatro vientos.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

Arriesgar como actitud de vida*


Arriesgar es un acto, una actitud de vida, cuya consecuencia puede traer la muerte; por lo mismo, arriesgar no es un acto de muerte, es actuar aceptando las consecuencias. Arriesgar tampoco es tomar acciones valientes, suicidas, eso en todo caso es, simplemente, mostrar valor.
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

Los pasos se diluyen*


Tarde o temprano nuestros pasos se olvidarán en el mundo. Somos una parte del todo; el todo es un cambio y equilibrio permanente. El todo perdurará hasta que perdure.
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

Sobre la victoria y la derrota*


No hay victoria ni derrota, hay consecuencias, actos; empero, es de reconocer que la derrota tiene un valor tal vez más grande que la victoria, porque hay que soportar la autocrítica e imprudencia de los comentarios ajenos. La derrota templa, fortalece. La victoria reconforta, satisface, enorgullece.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

La generosidad de Don Gerardo Cantú


La generosidad de Don Gerardo Cantú, no solamente abarca su deseo de que el mundo cuente con una permanente galería de arte. Abarca también a escritores extremadamente humildes como su servidor. Estoy seguro que Aforismos. A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano llegó a su segunda edición, gracias al grabado de Don Gerardo Cantú que está en su portada.

En breve aparecerá en esta página un modesto reconocimiento a su persona y obra.

Genaro González Licea

miércoles, 4 de junio de 2014

SEGUNDA EDICIÓN DE AFORISMOS…


Aforismos. A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, es un libro que el autor pone en sus manos con la esperanza de que alguien, con su lectura, recoja por un instante los aromas, pesimismos, ilusiones, rostro y colores olvidados que contiene.
Solapa del libro

 
 

Genaro González Licea es un autor de una obra plural, crítica y comprometida con el otro y consigo mismo. Sus reflexiones enganchan, hieren, penetran. Permiten recordarnos lo insignificantes que somos. Vidas desahuciadas que van de aquí para allá sin saber porqué. Almas tristes y alegres, rotas y compactas a la vez. Seres imaginarios, virtuales, sin proyecto de vida y muerte. Actos fracturados en el decir y hacer. Esperanzas amorosas que en silencio se recogen, comulgan y comparten la débil ilusión de ser distintos algún día.

Un ejemplo de lo anterior es el presente libro que publica del autor Amarillo Editores. Efectivamente, Aforismos. A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, constituye una inusual reflexión sobre el acontecer al ras de tierra de un mundo globalizante, ideologizado, virtual, roto en lo más íntimo de la intimidad. Son pensamientos que nacen del subsuelo y se rebelan a la cultura del cortar y pegar de nuestro tiempo, a la conformación prefabricada de actos e ideas iguales, a la ausencia del ser humano de construir su identidad y potencialidad de ser.

Contraportada del libro

viernes, 30 de mayo de 2014

No me cierren los ojos*


Cuando muera no me cierres los ojos, quiero que todos vean que me llevo tu imagen al infinito.

 
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

El corazón de un libro*


En un acto de locura, con uñas y dientes arranqué letra a letra el corazón de un libro que mucho amé, mastiqué sus letras, escupí al aire las palabras, me deshice de un amor ajeno que nunca pude hacerlo mío. Ahora su autor me mira ileso, sigo mi propio camino.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

La melodía del pasado*


El pasado es la melodía más hermosa que se puede escuchar sobre la tierra. La lucha es no quedar atrapado en ella.

 
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

La cotidianidad de la desvergüenza*


La desvergüenza en nuestro tiempo es tan cotidiana como el agua, la vegetación, el fluir de las cosas. ¡Qué pena!

 
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

El amor es verdadera rendición*


El amor solamente es en rendición verdadera. El instinto, la pasión, el placer compartido, íntimo, entre dos seres que se complementan.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

jueves, 3 de abril de 2014

martes, 25 de febrero de 2014

Horacio Esquivel Duarte, pintor zacatecano de expresión abstracta e intensidad en los colores


Genaro González Licea 

 

Horacio Esquivel no es un pintor modesto ni de escasos recursos. Cuenta con esa personalidad artística que sólo se define en un espacio de libertad, en la expresión sin ataduras de los relieves y perspectivas de la vida y la naturaleza, en el lienzo, en la intimidad del trazo que despierta el color dormido, ausente a la vista de la sensibilidad común de las personas. 

Es un pintor maduro que, contrario a lo que comúnmente acontece, aquilató su sensibilidad a través del tiempo. Persona madura ya, expresó en su obra artística su creatividad interior. Bocetos, acuarelas, oleos y su fotografía inconfundible lo comprueba. Con naturalidad y sin esfuerzo alguno las perspectivas y los relieves afloran de su pincel, en su composición artística.

Me recuerda a Murillo. Se dice de él, Enrique Valdivieso para ser preciso, que fue hasta la madurez cuando su técnica fluyó “en el dibujo junto con una inmensa soltura en el manejo del pincel. Con estos perfeccionados recursos comenzó a plasmar bellas y armónicas figuras, de amable aspecto, que trascienden una vibrante y afectiva expresión espiritual”.

En realidad yo diría que en Horacio la madurez artística ha sido su permanente compañera. Sus trazos articulados en el lienzo o en sus composiciones plásticas así lo indican. Es un acto de comunión, diálogo y lucha interna del artista que busca e intenta expresar su verdad verdadera.

En él su mundo y creación artística, basto y complejo, surgió en el momento justo que debía de nacer, ni antes ni después. Se dio al articularse, en su interior único e irrepetible, su turbulencia compleja de forma y actitud de vida, historicidad y circunstancia. Fue en ese momento cuando un yo interior tomó el pincel para expresar su verdadero rostro en sombras grisáceas y colores densos. Calidad y pureza de una sensibilidad propia de aquel que sólo le ata su propia libertad.

Los barcos, el desnudo morado, fantasmas en la mina, mina de edén, Zacatecas. Pueblo minero, por citar algunas obras, es más que elocuente. Agréguese, por supuesto, su excelente trabajo fotográfico que da cuenta de atardeceres, caminos, oleajes, el peso de la soledad del mar, rostros tejidos en el abandono, recreación de espacios, firmamentos, cántaros, lunas y soles. Todos ellos con un toque autónomo de creatividad y expresión estética. Vivacidad, brillo e intensidad de los colores, asoma, como firma, en su obra.

Sin embargo, hay algo más en su obra. En sus colores intensos a cualquier tipo de luz, en la luminosidad y resplandor de su creación artística, recoge el impresionante silencio de las sierras y llanos zacatecanos, de los campesinos que de su silencio viven. Colores serranos de maíz y pino, de tierra, piedra, agua y montaña. Rostros naturales de luz desnuda que muere y nace al atardecer. Se enrosca en la nada, en la soledad de un árbol, una sombra, un jarrón, un sombrero o un rebozo que cubre los colores de cañadas, ríos, matorrales e incluso del firmamento mismo y de las propias raíces de la tierra.

La sensibilidad de Horacio Esquivel está muy por encima de lo cotidiano. Cuenta con un lenguaje artístico propio de esos pintores que han adquirido una personalidad que les permite transitar, con libertad, múltiples horizontes de creación pictórica. La actividad creadora, diría Samuel Ramos, en su Filosofía de la vida artística, “no puede realizarse sino en un ambiente de libertad, que es, por consecuencia, una imperiosa condición para la existencia de la personalidad artística”.

Admiro su amor a la naturaleza y su sinceridad para expresarla. Cualidades que para mí le proporcionan una peculiaridad estética a su arte y a la expresión de lo bello de ese arte. Le proporciona un toque mágico, único, inconfundible. Su sinceridad en la reconstrucción del objeto cobra evidencia en sí misma. En la perfección de sus trazos.

Es así como refuta a la naturaleza en aquella idea común referente a que los únicos trazos perfectos son aquellos que la propia naturaleza da, pues, la excepción se da cuando, como en el caso, él mismo se torna naturaleza. Dicho nuevamente en palabras de Samuel Ramos, “si hay una especie de actividad del espíritu en la que se puede decir que el objeto es creación del sujeto, esa actividad es el arte. Por eso no cabe admitir que el arte sea una mera imitación de la naturaleza”.

A todo esto, por supuesto, agréguese su trabajo, perseverancia y continua perfección técnica. Talleres en casa y fuera de ella. Admirable actitud de quien desde hace mucho sabe que no todo es sensibilidad en el arte. La técnica es un medio que permite materializar la actividad creadora. Trabajar, trabajar y trabajar, para llevar esa inspiración a la forma perfecta, diría Stefan Zweig, en los creadores. Pero, además, remarca, “la forma verdadera de la creación artística no es, pues, inspiración o trabajo, sino inspiración más trabajo, exaltación más paciencia, deleite creador más tormento creador”.

De ninguna manera soy la persona indicada para calificar la obra del artista. Empero, permítaseme decir que la pintura de Horacio que más que de él es ahora mía, de mis ojos, de mi alma en el lienzo reflejada. Es una pintura que observé por horas. Su especial densidad, transparencia, sequedad petrificada, quietud y soledad de un objeto abandonado en la inmensidad del mar, del tiempo, del espacio, del infinito mismo.

Es un lienzo donde la libertad de la pincelada nace desde lo más escondido del interior del alma, para dormir por siempre, como muerto en tumba, en una intimidad tan nuestra, tan propia, que solamente uno sabe su existencia y, a veces, ni uno sabe.

Efectivamente, me refiero a El ancla. El ancla que sobrevive al tiempo, que desde una perspectiva parece que se hunde y, desde otra, parece que flota entre el azul del mar inmenso y la carne arenosa del espacio y del infinito. Es el ancla que todos tenemos en nuestro interior.

Es una pintura que marca la plena expresión de un estilo propio, presente ya en los pescados, los barcos, el pez petrificado y mi pintura al óleo. Es un principio de estilo sin retorno. Expresión abstracta de ver el mundo, la vida, la muerte, la intimidad humana.

El ancla, es una pintura de aparente sencillez. La envuelve, como mortaja, la inmovilidad del mar o tal vez del universo, espacio seco, petrificado, denso como el silencio que deja el olvido. Sin embargo, al mismo tiempo, una tenue luminosidad acompaña su quietud, de la misma manera que pequeños azueles acompañan el oxidado color que deja el abandono del abandonado. Sí, para mi El ancla describe la quietud y la muerte. El objeto que ligeramente descansa en un espacio indeterminado.

El ancla ¿descansa o se hunde, o simplemente está ahí, estática, frente a nosotros?, ¿el barco se fue o solamente ella está en el abandono del objeto abandonado? La respuesta no la sé. Tal vez la sienta con mucha nitidez un día. Lo cierto por ahora, es que el ancla solitaria integrada al vacío es una fuente de reflexión, es una imagen de silencio que nos remite a la soledad de nosotros mismos.

Solamente uno en su interior más íntimo sabe lo que encierra el ancla. Es algo que nos pertenece, hiere y entristece verla. Tal vez porque nos recuerda lo que un día dejamos o nos dejó. El ancla es una expresión enigmática que encierra un deseo casi humano de agarrase a algo. Es una sensación que nos lleva a un lugar donde nos hemos perdido, algo que ya no es nuestro y aún así nos pertenece. Un recuerdo, tal vez, que nos lleva a nuestro inconsciente, a nuestro andar pasajero y frágil en esta tierra. Ancla firme y sólida en la arena movediza del infinito mar del infinito.

El silencio se impone y da paso a la obra de Horacio Esquivel Duarte. Sensibilidad que desde la luminosidad zacatecana acompañará, por siempre, la historia de la expresión del arte.