sábado, 27 de mayo de 2023

Lectura de poemas de Genaro González Licea en el tercer encuentro de Poesía, Minificción y Cuento Breve “Roberto López Moreno” 2023

 


Roberto López Moreno 

Fotografía sin datar 


Con un cerrado aplauso de respeto y reconocimiento a los escritores y poetas que se han ido de este mundo, inició, en el Centro Cultural Independiente Sarah Tisdall, el tercer encuentro de Poesía, Minificción y Cuento Breve “Roberto López Moreno” 2023, convocado por El Canto de la Alondra, palabra de colibrí III.

Rodeados de arte y cultura como forma natural y cotidiana de vivir, cada escritor y poeta expresó su fuerza y calidad hecha palabra. Las pinturas de Sarah Tisdall, su creación artística de tono surrealista y colorido muy mexicano y suyo, envolvió la voz y narración poética, sucedió lo mismo con las pinturas de evidente compromiso social de Arturo Reyes Mata, y el simbólico espacio libertario que lleva el nombre del muralista José Hernández Delgadillo.

Gracias por la invitación y el esfuerzo enorme, entre otros, de Arturo Reyes Mata, director del Centro Cultural en cuestión, de los organizadores Francisco Fierro Brito y Marcela Romn y, por supuesto, de las palabras mayores de cada uno de los participantes en el merecido homenaje al poeta y amigo Roberto López Moreno. Roberto, mi estimado Roberto, poeta feliz por estar presente “en esta tarde inolvidable”, poeta que cantó, sin micrófono y de memoria, ese hermoso corrido compuesto para él mismo, titulado “la muerte de Roberto López Moreno”.

Pues bien, en este espacio de cultural leí los siguientes versos de “la sequedad del estanque”, título del poemario de mi autoría de próxima publicación. 


Flor Mendoza, Roberto López Moreno, 
y participantes en el tercer encuentro 
de poesía "Roberto López Moreno" 2023. 
Fotografía sin datar  


GENARO GONZÁLEZ LICEA

 

A los poetas y escritores del 1º, 2º y 3º

Encuentro de Poesía, Cuento Corto y Minificción

“Roberto López Moreno”.

 

 

Prepárate a morir, poeta

 Prepárate a morir, poeta,

solo, sin una sombra que te abrace.

Desnudo de ti, de mí,

de la gloría calcinada en el camino.

 

El alma es un instante de misterios y pasiones,

luces y sombras encontradas,

comunión de voces divinas y profanas,

instantes de llamas, brisa, tierra y ceniza adolorida.

 

Prepárate a morir, poeta.

Despídete de esa tu voz hecha de leña

y arde, con ella, sin temores.


Genaro González Licea 

Fotografía sin datar  


 Mi tristeza se borra con la sombra de la luna

 

Mi tristeza se borra con la sombra de la luna,

mis pasos lloran como el agua que no encuentra su camino,

como una voz que en los ojos se deshace,

se desliza y se despide,

cansada ya, de tanto estar cansada.

 

  

Moriré, un día moriré

 Moriré, un día moriré.

Nadie me buscará más que mi sombra,

la infinita sombra que habité,

esa sombra, mi sombra,

que un día también me olvidará.

 

  

En un cementerio abandonado

 En un cementerio abandonado,

tu alma y la mía son como flores cristalinas

que nacen y mueren mirando su ser entristecido.

 

  

Veo sus cenizas palpitar

 

Veo sus cenizas palpitar

como gotas de rocío perdidas en la aurora.

El aire las lleva con su voz distante

y ese suave mirar del que sabe

que ya jamás verá la luz del día,

ni el rostro del ser amado,

ni la vieja cobija que tanto amó.

 

Su cuerpo es nada ya.

Sol y ceniza dejada entre mis manos,

tarde que se aleja como pájaro sin alas,

olor de brisa, manantial y sepultura.

 

  

El vacío engendra su vacío

 El vacío engendra su vacío,

un instante, un latido,

un brillo en su sombra, un desvacío.

 

  

Me ahogué con mi propio sudor envejecido

 Me ahogué con mi propio sudor envejecido.

Destruí mi tumba antes de haberme sepultado.

Los gusanos me buscarán sin encontrarme,

morirán viejos como yo, buscando, buscando, buscando.

 

Mañana seré un viento suave jugando entre tus manos,

un suspiro perdido sobre el agua.

  

Caloclica, CDMEX, 27 de mayo de 2023. 


Promocional del tercer encuentro 
de Poesía, Minificción y Cuento Breve 
“Roberto López Moreno” 2023. 



domingo, 14 de mayo de 2023

Genaro González Licea, "poesía: es el silencio que dejan las palabras, la línea en blanco de su voz"

 

Genaro González Licea
Fotografía sin datar



POESÍA: EL SILENCIO QUE DEJAN LAS PALABRAS, LA LÍNEA EN BLANCO DE SU VOZ


 

A la memoria de don Eduardo Nicol i Franciscá

13/12/1907–06/05/1990

 


Desnudo, sin más cobijo que el desamparo, el respiro amoroso de estar vivo y la espera serena y sosegada de la muerte, me pregunto desde mis entrañas, desde mi tú a tú en carne viva: “¿qué es poesía?”.

Varias respuestas hay. Unas las conozco, otras no y son las menos las que recuerdo. Todas tienen algo de razón, me alimentan por su brillo y, al mismo tiempo, me llevan a decir que, en poesía, nadie tiene la última palabra o, mejor dicho, cada uno tiene su propio decir, su instante y resplandor que ilumina el misterio que encierra la poesía, el venero del silencio, de la voz del silencio y del vacío, infinito vacío donde habita el principio del principio del ser y la palabra.

La palabra primera que no es otra sino la revelación del silencio, del silencio hecho palabra, expresión poética en su estado más puro y natural. Sí, más allá de todo origen, del origen del origen al que no se llega nunca, está el silencio, el infinito silencio que revela el canto y grito de miles de voces y sonidos que comulgan con la luz y la sombra del ocaso, con la tierra fecundada con el agua, con el aire suspirando entre la hierba, con la piedra enmudecida al verse en sí misma sepultada.

Y del silencio nació la intimidad del ser, el sentir del alma, el rostro interno que veo y me ve, me esclaviza y me libera, me ata y me desata. Llagas que se abren y se cierran, grietas que suspiran su canto y su dolor. Somos viento y ceniza, voz y sentimiento de agua, creación liberadora, polvo que regresa al polvo, silencio y vacío mirando el infinito.

Dioses aquí no hay, tampoco dobleces y escondrijos. ¿Qué decir?, ¿qué decirme, a mí mismo, qué decirme? Me pregunto, nuevamente ¿qué es poesía?, y siento un golpe de piedra en mis adentros. Triste y mudo me quedo sin respuesta. ¿Qué contestar, qué decir? Camino sin saber a dónde, vago, viejo ya, como sombra ciega buscando un instante de silencio, un dialogar conmigo a solas.

Parecería que la pregunta es más que literaria, filosófica. Encierra una actitud y visión de vida, un comportamiento individual y colectivo que trae consigo, no solo el poeta, sino todo ser humano, pero, además, nos remite, me remite, a un origen donde no hay origen, hay, eso sí, una pregunta sin respuesta, un silencio donde el silencio es poesía, realidad revelada, misterio, espacio encarnado y desencarnado en el ser de cada quien, en el fluir del sentimiento donde la razón se desvanece, se pierde, se evapora, enmudece y se va, como yo ahora, buscando, siempre buscando.

En poesía la razón es un abismo nebuloso, un instante revelado en el cual difícilmente cabe la razón, incluso, se diría, que en poesía lo más certero es decir que no existe la razón, que en ella filosofar es tratar de explicar lo inexplicable: el silencio del ser donde fluyen atados y desatados un sinfín de sentimientos, unos conocidos, otros no, generados al paso del camino. Se ha intentado unir las dos esferas, bien como poesía filosófica, bien como filosofía poética, intento grandioso, excepcional y de inmenso valor para ambas esferas que dan cuenta del ser, sin embargo, estimo, que ese valioso y excepcional esfuerzo ha quedado, hasta ahora, como eso, un valiosísimo intento de unión y reflexión y, con franqueza, no sé si un día llegue al mismo intento de fusión que otros ya intentaron.

Por ahora, ubico claramente dos esferas que se acercan y se alejan a la vez, son inseparables y autónomas al mismo tiempo. Les une, se diría, la búsqueda del ser y el lenguaje que se asoma al silencio del ser, al complejo mundo del ser que ya no es y, al mismo tiempo, sigue siendo vivencia acumulada, uno, la poesía, buscando revelarlo, otro, la filosofía, buscando su explicación. Las dos esferas buscan acercarse al ser, buscan conocerle, y conocer es una expresión humana, amorosamente humana de internar saber quién soy, cuál es mi esencia y cómo puedo construir mi propio destino y sentido de vida. Pequeño espacio de mi libertad de ser, porque el destino, nuestro destino, lo sabemos bien, es la muerte, el vacío. Vivimos para morir, sin embargo, en el trayecto contamos con un margen de libertad, no para construir un destino distinto o para evadirlo, sino para construir, de acuerdo a los azares y circunstancias, un reducido, pero propio sentido y forma de vivir y concluir en este mundo. La muerte es parte de la vida, es intrínseca a ella, una se corresponde a la otra. Si concluye la vida, concluye también la muerte, ambas se respetan y veneran por igual. La vida y la muerte las vivimos abrazadas en lo dulce y amargo que habita las entrañas, son íntimas e indivisibles al andar de nuestros pasos. La vida se queda en la vivacidad, en la historicidad o huella que deja el caminar de ser, y la muerte, al ser la muerte de la vida, se transforma en vacío de vida, en misterio de la nada.

Al final lo que queda es el mismo paradigma: poesía y filosofía como dos esferas autónomas unidas por la “y”, pero, al mismo tiempo, separadas, por esa misma “y”, por esa conjunción copulativa que es la “y”. Según recuerdo, a propósito del tema, y de haber entendido bien la palabra de un filósofo maestro mío, don Eduardo Nicol: “la asociación es, al mismo tiempo, disociación”.

En poesía es difícil la existencia de la razón, incluso, bien se puede decir que en poesía no hay razón ni explicación, que es propio de la filosofía, lo que hay, en última instancia, es una expresión filosófica inmersa en su propia creación. La poesía más que explicar, revela. Es un acercamiento, un asomo al ser, mediante una expresión de libertad, de voz creativa en su pureza, autónoma, autosuficiente, sin más límite que su propio límite, desenvoltura y vastedad. Lo cual significa que la filosofía puede utilizar un lenguaje poético al intentar describir el ser y, por su parte, la poesía, al asomarse también al ser, puede contener un lenguaje filosófico al revelar su propia creación, sin embargo, su lenguaje está contenido en sí mismo, es autosuficiente para revelar su propia creación.

El lenguaje es el punto de asociación y disociación de estas dos esferas que buscan describir y asomarse a la intimidad del ser. A la filosofía, insisto, le une el lenguaje poético, en tanto que, a la poesía, su lenguaje poético es, o puede ser, en sí mismo, una expresión filosófica. Hay un decir poético y uno filosófico, en ambos está la pureza originaria de la palabra, la búsqueda de la expresión del ser, el asomo a la complejidad del ser. Dos lenguajes unidos por la búsqueda del ser y, por lo mismo, dos fuentes de creación y libertad humana.

Poesía es encuentro y desencuentro, recuerdo y olvido, voz que revela el silencio del alma. Es asombro, misterio y comunión de un sinfín de sentimientos y emociones que solamente uno sabe y, tal vez, en ocasiones, ni uno. Son sentimientos que están ahí, y pueden renacer envueltos en un lenguaje poético por excelencia, para morir nuevamente en uno, pero, al mismo tiempo, en el otro, en los ojos del alma del otro que mira y siente el silencio que dejan las palabras, la línea en blanco de su voz que ahí está, que siempre estará ahí, como el insaciable infinito mirando nuestras manos. Cuando las palabras se asoman con su pureza a los sentimientos del alma, individual o colectiva, la creación poética se hace presente.

La poesía es un lenguaje sublime del ser, de todo ser viviente, es el asomo de cada quien a su sentir del alma. Es lo que vi y me vio, creación y movimiento, liberación del alma. La poesía está en el fondo del ser, es real, interna, doliente. Mueve y remueve lo que la vida produjo en los adentro, instantes de recuerdos y olvidos que renacen y mueren nuevamente para estar a la intemperie, viajando, como el aire por siempre al infinito. Poetas somos todos, pues todo ser humano, a su manera, se asoma a su mundo interno, a su vivacidad construida al caminar.

La poesía es comunión y diálogo amoroso con uno mismo y con el otro, comprende una visión y actitud de vida adherida al ser y a la forma de ser, a la cultura que somos y vivimos. Insisto, en esencia, poetas somos todos, encerramos un comportamiento de vida y una enseñanza de lo vivido, instante que fue, sentimientos que quedaron para revivir en nuestros pasos, y este acto humano y de amorosa redención, encuentro y desencuentro, encierra, en sí mismo, un sentido poético por excelencia, un tener presente que el hombre es finitud, vida y muerte juntas, nunca separadas. Saberlo y tenerlo presente es lo que nos distingue de las piedras y naturaleza viviente, mas no pensante.

La poesía, así vista, es la más pura expresión de la vida y de la muerte caminando al mismo paso, juntas siempre, es la revelación de la conciencia de vivir y morir, así como el duelo permanente de lo efímero que somos. Expresa sin dobleces el nacimiento y la muerte del instante, del efímero instante que es la vida, de la vivacidad que se queda de ese instante en el alma de cada quien, pero, además, la muerte de ese instante de vida que ahora es conciencia de vida y muerte, duelo permanente de un instante que en la vida fue.

Saber que moriremos, no mañana ni pasado, sino en el mismo instante que vivimos, genera una conciencia de existencia muy profunda de pérdida y soldad, del vacío que envuelve el suspiro de polvo que somos, el aire invisible que sentimos y dejamos de sentir, luz y sombra, la nada y el silencio, la originaria voz del silencio que habita en su silencio.

Y es ahí donde aflora la poesía, su asomo al ser, al silencio de lo que fue, de lo que sigue y seguirá siendo en la conciencia, su expresión de permanente duelo, búsqueda, encuentro y desencuentro. La poesía es ese acercamiento a la vida, a la muerte y duelo permanente que nos queda, búsqueda de ser otros sin dejar de ser los mismos, deseos y vacíos anudados en el alma, del alma mía en comunión de todos. Si fuese solo mía sería entonces tan solo un puñado de hojas tendidas en la hierba, más soy un ser pensante que vive en comunión. Ese asomo es la poesía, el acercamiento a un instante del ser que fue y en nosotros deja huella.

Recuerdo unas líneas que escribí al regresar, después de más de cuarenta años, a dialogar sobre poesía en un lugar público. Líneas que están en mi poemario “poesía en el atardecer” y reproduzco ahora:

 

La poesía es el suspiro de un hechizo que por un instante nos permite acariciar la intimidad de nuestro ser en su estado más grande de pureza. Es el sublime lenguaje del nahual fundido en nuestra propia nada. Silencio que nace desde el interior más hondo de nuestra alma sepultada. No es un lenguaje de dioses, es un lenguaje mágico de recuerdos y olvido, de dolor y de vacío que habla cuando el viento roza el alma en carne viva, o la luciérnaga acompaña nuestra pequeñez humana, o simplemente cuando el alma se enlaza con la muerte, la vida y lo vivido.

Es la experiencia de ser asesinado en sí mismo sin saberlo. Es el instante que nace y muere para ser otro y el mismo al mismo tiempo. Es un espacio de comunión entre el ser y la nada. Diálogo íntimo, amoroso, desnudo, unión que sangra por los ojos, y duele, duele, duele.

Es una intimidad muy nuestra, muy de todos y de nadie. Es una intimidad que conocemos y desconocemos al mismo tiempo, tal vez por lo cercano y adherido que está en nuestra propia intimidad por años escondida.

La poesía es un misterio que desnuda el alma del ser y de las cosas, elimina las barreras del vacío indigente que vivimos, nuestros miedos, nuestro íntimo silencio amordazado.

Ninguna palabra describe lo que somos y sentimos, insinúa, tal vez, su contorno y su relieve, su eco, su aroma y su misterio. Es, posiblemente, la línea en blanco que dejan las palabras donde nace la poesía. Es ahí donde se ajusta su exacto contenido, porque en ella, quizá, ya lo único que existe es el silencio sublime que deja el lenguaje en la intimidad de cada quien”.

 

La fuente de la poesía es el alma del ser y la poesía es el asomo, solo el asomo, del sentir del alma, del alma del ser, abierta, pura, intangible, sonámbula en el misterio de su propio caminar. Y digo que la poesía es asomo al sentir del alma, porque, a mi parecer, es el medio, el único tal vez, que puede asomarse, con mayor pureza, a las emociones y sentimientos de cada quien. La poesía es un asomo, por medio de la palabra, a los sentimientos del alma, por eso la poesía no se acaba nunca, su fuente es íntima e infinita, como infinito es el silencio del ser.

La forma poética de cómo acercarse a ese ser, puede cambiar de mil maneras de acuerdo al ser y al ser social que le rodea, puede variar la forma de decirla, forma que, incluso, puede llamarse antipoesía y, sin embargo, sigue siendo poesía esa forma de ver el mundo y asomarse al ser del alma, son posturas de vanguardia sí, vanguardia que puede contraponerse a otra forma de decir poesía, a otra forma de asomarse al ser y al ser abrazado de su tiempo, pero sigue siendo poesía. Cambian las formas, la poesía conserva siempre su esencia: el asomo al sentir del alma.

Es por eso que, en la poesía, hasta donde alcanzo a ver, no hay cabida a marcos ideológicos ni clases o estratos sociales, tampoco a expresiones filosóficas y literarias. La poesía es autónoma, autosuficiente, libre en su propia libertad, se basta a sí misma y está en el ser de cada quien, en la esencia de la naturaleza de las cosas, de la vida, de las piedras, de los árboles, hojas, tierra, agua, selvas y montañas. Es el silencio de la tierra, la sabiduría de la luz y sombras del ser. Sombras que caminan igual que nuestros pasos, recuerdos y olvidos enterrados por nosotros mismos o por el tiempo. Recuerdos y olvidos que nos duelen, alegran o entristecen, viven y reviven, son raíces de lo que somos y no somos, sentimientos y emociones que están ahí y recordamos al ver el camino de una hoja prendida de su tallo o tirada a la orilla del camino, a un migrante perdido, a un algo que nos lleva a esa alegría, tristeza o dolor.

La poesía es una expresión sublime del ser, del ser sin adjetivos, ser viviente, cotidiano, humano. Es una voz que se asoma y recoge el saber del ser de cada quien, del saber del ser que tenemos todos. Un preso, un esclavo, un campesino, un letrado, un minero, un obrero o un filósofo, se alegrará o no de ver el nuevo día y sentir lo fresco de la aurora, pero esa cercanía de comunión es el asomo al sentir de su alma al ver el nuevo día, un asomo de comunión poética, un asomo al sentir del alma.

La poesía, entonces, para mí, no es la letra o la palabra con la cual el ser intenta describir su asomo al sentir del alma, eso sería tan solo la forma de decirlo. No, para mí la poesía es el silencio que dejan las palabras, la línea en blanco de su voz. Misterio y comunión de un asomo amoroso al sentir del alma, del otro y de uno al mismo tiempo.

Sentimientos y palabras que están en el ser de cada quien y tienen múltiples formas de expresarse. Unos lo harán con rima, otros con suspiro, otros más con ademanes o el grito del silencio. Cada quien expresa su sentir a su manera y posibilidad. Hay voces que suspiran, miradas que nos hablan, lágrimas que al verlas entristecen. Asomos todos al sentir del alma. Pureza de silencios que dejan las palabras, unión y comunión del otro en uno, libertad infinita al caminar.

Por otra parte, agréguese a lo dicho que, de igual manera que el ser humano se alegra o no de ver el nuevo día, así también el inmenso mundo que la vida natural expresa su sentir. Naturaleza viviente más no pensante. El pasto nace, crece y muere, florece con el agua, se seca con su ausencia. El pasto ve, las plantas gritan, las piedras oyen, sienten el musgo y el rocío. Su lenguaje es otro, el ser humano, en general lo sabe, y el ser consciente, sabio o no, poeta o no, se asoma también a su sentir, escucha su voz, la hace suya y por ellas expresa la palabra.

Poetas somos todos, sin embargo, se designa como tal al que construye y plasma ese asomo al alma del ser, a la esencia de la naturaleza y de las cosas, como una forma de ser y ver la vida, igual que lo hace un carpintero, un encuadernador o pescador. Todos podemos serlo, mas no todos tenemos el don de hacer una silla o encuadernación hermosa, mucho menos arar la tierra o lanzar la red como lo hace diariamente un pescador. Ser y hacer. Dos momentos de reflexión central. Ser poeta y hacer poesía, cuestiones hermanadas y, sin embargo, uno más que ser lo que es, es lo que hace, en este sentido será la acción, el movimiento, el acto, lo que en última instancia determine al ser, como lo es, en el caso, el hacer poesía. Si la persona tiene el don de ser poeta, que lo tiene, pero, además, hace poesía, es decir, construye con la voz de la palabra su revelación al asomarse al ser, individual o colectivo, es muy grande la responsabilidad que asume.

La poesía no es azul, blanca o negra, la poesía es y está en la esencia de las cosas, en la naturaleza de la vida y en el alma del ser de cada quien. La poesía aflora cuando alguien se asoma a esa esencia, a esa naturaleza o a ese interior del alma y la expresa a su manera y con los medios que a su alcance estén. El silencio que deja esa expresión es la poesía, pues, como dije, para mí la poesía es el silencio que dejan las palabras, la línea en blanco de su voz.

 

Genaro González Licea:  

Del libro: Diciembre tres, ceniza e infinito.