Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Nada es mío ya,
nunca nada en realidad fue mío,
ni mi vejez, ni mi vida, ni mi muerte.
Somos como espinas clavadas en el agua,
lluvia que no sabe a dónde va.
Somos piedra dejada en la montaña,
lama prendida del rocío,
almas astilladas en la sombra,
instante de barro mirando su ceniza.
Del libro:
Al caer el tiempo de Genaro
González Licea
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