Fotografía de Ingrid L. González Díaz
El invierno se asoma en la escarcha del
camino,
el frío camina con sus pies descalzos en
mis manos,
su silencio es hermoso como el sol de
ayer,
como el ocaso dulce de mañana.
Los días, sin embargo, son otros y los
mismos.
Lo sabe bien mi sombra que vaga ya encorvada,
mis pasos tirados sobre el agua,
mis ojos y mis huesos roídos con los
años.
La vejez es así. El cuerpo en silencio
se deshace.
El dolor es un intruso que a uno lo levanta
sin sentido.
La tristeza, el recuerdo, el amor y el
desamor,
se diluyen muy al fondo del vacío,
donde nada ni nadie nos espera.
Del libro:
Al caer el tiempo de Genaro
González Licea
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