Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Veo sus cenizas palpitar
como gotas de rocío perdidas en la aurora.
El aire las lleva con su voz distante
y ese suave mirar del que sabe
que ya jamás verá la luz del día,
ni el rostro del ser amado,
ni la vieja cobija que tanto amó.
Su cuerpo es nada ya.
Sol y ceniza dejada entre mis manos,
tarde que se aleja como pájaro sin alas,
olor de brisa, manantial y sepultura.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
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