Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Mi ser caminará por siempre en un lugar perdido.
Ya no regresaré ni sabré dónde me
encuentro,
ya no seré más lo que un día fui.
Ahora será el atardecer la palma de mis
manos
y mi sangre la humedad de la montaña.
El sol será la lejana lejanía de mis
pasos,
y la noche el humo de mi rostro
envejecido.
Ahora, sí, ahora,
los días serán las luciérnagas negras de
mis ojos
y mi aura la neblina llorando en el rocío.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
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