Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Mañana, cuando oscurezca,
mi sombra será tu sombra que se ha ido,
párpados agrietados de tanto llorar en
la hondonada.
Abrigué con mis lágrimas lo seco del
camino,
envolví con mi voz el sueño de tus ojos,
el deseo de morir en esta ceniza
sangrando entre las llamas,
en este acantilado de luciérnagas perdidas,
errantes, indigentes,
como la brisa tirada sobre el muelle,
como el crepúsculo que a lo lejos se
evapora.
Ya no regresaré a sentir lo agridulce del
sereno,
los lirios esconderán mi muerte en cualquier
parte,
en mi alma me llevo la sombra de mi olvido.
Del libro
La sequedad del estanque de Genaro González Licea
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