Fotografía de Ingrid L. González Díaz
Solamente espero
Cuando llegue la hora, déjenme
morir a solas, con mis recuerdos rotos y mi soledad caída.
Que nadie busque prolongar mi
vida.
Fui cuerpo desnudo en la
palabra,
infancia y juventud roída,
aroma de huesos con cirios
encendidos,
vejez enroscada en un
atardecer perdido.
Hondo fue mi dolor sobre la
tierra.
En la pobreza tejí la piel del
día.
Dormí a la orilla de mi ser
vacío.
Alimenté el alma con astillas y
cáscaras de barro.
Bebí mi sangre y mi sudor a
solas.
Fui grito,
alarido,
sonrisa perdida en las espinas,
voz de libertad colgada de las
ramas.
(Fragmento)
Genaro
González Licea
del
libro: Caloclica
Apartado: Día
a día mi vida languidece
© Genaro González Licea. Todos los derechos reservados.
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