domingo, 8 de julio de 2018

GENARO GONZÁLEZ LICEA, Caloclica, palabras al lector





Fotografía sin datar



Las palabras aquí dichas durmieron, por mucho tiempo, entre una luz que languidece, como la vida que se va y la muerte que se queda, y un presagio de amor, esperanza seca, sueño de un mundo donde ya no viviré, pero saberlo serena mi alma sepultada.

Algo las despertó sin ojos, ni dientes ni cabeza. Tal vez fue su olor a papel viejo, o el polvo y humedad vacía que encierra la soledad de la sombra de mi sombra. Decidido, intenté quitar, corregir, agregar. Salvo puntos y comas, nada cambió de fondo. Mi dolor seguía pegado al piso. Las palabras zurcían la tristeza de mi soledad más sola, desolada, rota.

Entendí, entonces, que yo era otro y a la vez el mismo, que las palabras son la expresión del otro en uno mismo, la comunión de una piedra en la piedra mía. Que en ellas lo sagrado es lo profano desdoblado, música que desborda el interior dormido, viento que cubre la desnudez desnuda del indigente y mía, de arrogantes y desdichados, de una madre enferma y un hijo desvalido.

Entendí que las palabras son el despertar y la decadencia de las flores, las entrañas del mito de la vida y de la muerte. El todo y nada al mismo tiempo. Murmullo de recuerdos y de olvido. Son, tal vez por eso despertaron en tus manos, hilos de silencio y canto que zurcimos todos.

Caloclica, Cd. de México, 2017.

© Genaro González Licea. Todos los derechos reservados. 


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