Convocado
a participar por El Canto de la Alondra al Primer encuentro de poesía
y narrativa “a la orilla del alba 2022”, acudí, con mucho gusto, a la librería
y Centro Cultural Elena Garro, Coyoacán, Ciudad de México.
Mi
modesta intervención la dediqué a Enrique González Rojo Arthur, el poeta de la
dignidad humana, filósofo, maestro y por casi cinco décadas un gran amigo. La
vejez, la muerte, los migrantes y los desaparecidos fue mi tema.
Mi
gratitud a los organizadores, al Centro Cultural Elena Garro, a los poetas y
escritores participantes, grandes voces todas ellas, y al público en general.
Mi camino es un sendero
donde los muertos florecen con sus penas.
Es un silencio llagado entre mi boca,
una voz muerta que no encuentra su destino.
Alma errante
como la bruma indigente tirada sobre el
muelle,
como el tiempo desnudo que busca su voz en mi
alarido.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
Soy vacío, precipicio,
grito enterrado que no encuentro.
Soy abismo, espinas clavadas en la sombra,
tiempo abrazado al fluir del tiempo.
Soy un rostro sin existir,
dolor que en la humedad camina,
voz desconocida que nunca encontrará el hueco
de tus ojos.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
Los atardeceres envejecen como yo ahora,
son
cavernas mirando mis pesares,
recuerdos
disecados en mi lengua,
latidos
amargos como el polen errante de mis manos.
La
vejez es sentir la soledad de siempre estar muy solo,
es un
cadáver esperando el calor de su ceniza.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
Morí
sin saber dónde.
Un
alma me arrojó al vacío,
otra,
la mía, camina como fantasma
perdido
entre las hojas.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
los muertos sin sepultar son las hojas que pisamos,
las flores olvidadas que nos ven,
el polvo que en silencio nos espera.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
Escucho el latido de las piedras,
el susurro ensangrentado que les tiñe,
el dolor pisado que les hiere.
¡Cuántos muertos se han sembrado
como sombras clavadas en lo seco del camino!
¡Cuántos en la brisa que se lleva el mar!
¡Cuántos en el huerto clandestino de tus ojos!
Su silencio es un llanto que murmura,
un cirio migrante que me mira,
un suspiro que consuela la tumba que hay en mí.
¡Cuántos muertos! ¡Cuántos! ¡Cuántos!
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
Desaparecido no soy,
fui
enterrado en el claro de tus ojos,
oigo,
igual que tú, la tristeza de tus pasos en los míos,
el
murmullo del agua cuando llueve,
el
grito de las llagas huérfanas de mí,
lirios
de sal en ti, mirando tu silencio y tu vacío.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
No cierres mis ojos, no, no los cierres,
en ellos verás
siempre la tristeza de los tuyos,
el campo verde,
el silencio de lo blanco de la luna,
la flor llorosa
que vi en ti
al sentir la
soledad del viento alejarse entre tus pasos.
(de
Al caer el tiempo;
Editorial Vozabisal)
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