Dos jugadores, dos actitudes. Su virtud: cada cual luchar por su libertad de ser, mantener su búsqueda de poner una huella en sus actos y decisiones, de luchar y construir su vida y su muerte.
Czentovic, un hombre que “nunca logró jugar una sola partida de memoria, o, por emplear el término técnico, a ciegas”. Un hombre que, efectivamente, podría proyectar en su interior, milímetro a milímetro, las partes del tablero, pero carecía de facultades para proyectarlo. Ello requería ingenio, capacidad de abstracción, cierta fantasía. El doctor B., temperamento inquieto, hombre desesperado, con gran capacidad de abstracción, hombre que pudo reconstruir las ciento cincuenta partidas de ajedrez y, más aún, reconstruir su vida, la vida, crear ilusiones, una realidad propia, evadir su realidad.
Cuando ambos estuvieron frente a frente ante un tablero de ajedrez, cada cual sin salirse de su estilo y personalidad se reencontraron y se maravillaron. De tres partidas que jugaron, una la empataron y las otras dos, cada cual ganó una de ellas. Al doctor B, le perdió su temperamento desesperado y su forma de llevar el juego: de memoria. A Czentovic, le sacó adelante precisamente su incapacidad de jugar una sola partida de memoria, así como su temperamento frío, desapasionado.
El doctor B, reubicó la soberbia del poder, la displicencia de un campeón Czentovic que al enfrentarse a un grupo desconocido de principiantes, entre ellos el propio doctor B, les dijo: “vosotros sabéis quien soy, y a mí no me interesa saber quiénes sois”. El doctor B, en la partida que perdió con el campeón, cometió el error de jugar solo (sin el rival), de abstraerse, evadir la realidad, el juego. Después de ciertas jugadas llegó a decir: “¡Jaque! ¡Jaque al rey!” Czentovic, una vez de observar la jugada, frío, calculador y sin inmutarse, dijo: “lo siento..., pero no veo ningún jaque”. El doctor B, regresa a la realidad, ve el lugar de cada pieza en el tablero y dice: “pero..., ¡el rey debe estar en F7! Está mal colocado..., completamente mal... ¡Usted movió mal! Todo esta fuera de su lugar”. Observa, reflexiona, se detiene. Después de un gran silencio dice: “¿Acabo de decir o de hacer un disparate...?” Efectivamente, el jugó solo, movió sus propias piezas, inventó otro juego, se “desdobló” como lo hacia en prisión.
Ante estos dos temperamentos Stefan Zweig, incorpora el tercero inevitable: la pasión ciega de ver y actuar en la vida, la pasión que impide el diálogo interior y exterior del ser humano, un ingeniero que deseaba ganar a como diera lugar y a costa de lo que fuera a Mirko Czentovic. Su actitud fuera de sí refleja la de todas aquellas personas que se encuentran atrapadas en alguien, incluso, en sí mismas. Aquel que lo entienda dominará, sea campeón o no.
*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.
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