Lo peor no es que hablen mal de uno, sino que no hablen. Esta es una idea de Oscar Wilde, y tiene trascendencia para aquellas personas que escriben para los aplausos y adhesiones. En lo personal, al no fundamentar mis exposiciones mediante conceptos apocalípticos y principios propios de los dioses o demonios, creo que la suerte de mis palabras es el silencio. Lo que escribo no es del otro mundo, es de sentido lógico, el reverso natural de las cosas. Mi prioridad es buscar el sentido de la razón y transformación del mundo, sin olvidar que no hay una razón pura, general y sin calificativo, lo cual, tal vez, es una deformación académica que literariamente brota. Reconozco en Nietzche y Schopenhauer el apoyo moral de sus lecturas. Nietzche el parteaguas: “todos aquellos a los que Nietzsche fecundó: muy grandes como Musil y todos aquellos a los que dejó intactos: Kafka. Esta separación es para mí fundamental: Aquí estuvo Nietzsche. Aquí no estuvo Nietzsche”, menciona Elías Canetti. Por lo que respecta a Schopenhauer, permítaseme citar aquí, con sus propias palabras, el principio de su filosofía: “llegar siempre al fondo de las cosas, no dejando de seguirlas hasta lo último dado realmente. Esto se efectúa en virtud de una propensión natural que casi me hace imposible conformarme con simples conceptos, y menos con palabras, en cualquier conocimiento todavía general y abstracto y, por consiguiente, inseguro aún, sino que me impele más allá hasta que tengo ante mi vista el último fundamento escueto de todos los conceptos y principios, que es siempre perceptivo, y que tengo que dejar entonces como fenómeno primero, pero que en lo posible lo descompongo todavía en sus elementos, penetrando siempre en la esencia de la cuestión”.
Como ser humano, como maestro, no escribo para recibir aplausos y reverencias, para que hablen o no de mí, sino por un acto de libertad y necesidad. Por lo mismo, mi querido Oscar Wilde, para mí lo peor no es el silencio de la gente hacia lo que uno escribe, sino el silencio de la gente que siempre tiene algo que decir. Efectivamente, permítaseme recordar otro señalamiento de Elías Canetti; él dice que nada hay más conmovedor que el enmudecimiento tardío de un hombre que alguna vez tuvo mucho que decir. Se refiere al enmudecimiento de la desilusión, que considera una vanalidad la vida y el pasado.
*González Licea, Genaro, Aforismos, Apropósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.
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