jueves, 22 de julio de 2010

Empapados de egoísmo*

Naturalmente, carezco de la sensibilidad de conmoverme hasta las lágrimas; digo solamente que me agobia la soledad de un mundo tecnificado y cada vez menos sensible y, más aún, me pesa saber que entre ambos factores esta atrapado el ser humano, una realidad compleja, descarnada, que oscila entre dios y el diablo, ambos soberbios, arrogantes, señalando culpas; un todo social de dominio y poder, el hombre domina al hombre y la sociedad al individuo. La sociedad se ha empapado de egoísmo, desesperanza y desencanto; de lucha por sobrevivir; en ella cada individuo quiere ser mejor que el otro. El ser posesivo en su más alta expresión. Todos, sin embargo, convivimos con nuestra frustración individual y social, nos utilizamos unos a otros, nos requerimos para cumplir con nuestra obligación de vivir y, en su momento, morir. Es esta simple razón la que nos permite soportarnos. “Todo aquello que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo”, sentencia Federico Nietzsche.
Obviamente, no para todos es desolación y desesperanza, hay espacios en este mundo donde la pobreza no existe. Recuerdo aquí a Frank Kafka, él decía que en el mundo hay y “habrá mucha esperanza, pero no para nosotros”. Entendiendo por nosotros el hombre desconocido, el que tiene el rostro de todos y de ninguno, el ninguneado y manipulado, el que durante su actuar de vida obedece, obedece y sólo obedece. El mal necesario para que la vida siga. Ese hombre, sin embargo, tiene sentimientos y expresiones propias, no importa cómo (mudo, sordo o leproso; anciano, campesino, obrero o indígena) ni dónde se encuentre; ese hombre es parte de mí y de todos, todos somos parte de todos, lo cual para Enrique Ruiz García en su texto Yo asumo la muerte de Pedro Olmo, equivale a lo siguiente: todos somos parte de una sociedad sin rostro, somos sombras que empujamos a la muerte. Ese hombre lucha, decide, trae la cabeza en alto, es libre. Y ser libre, nos dice el mismo autor, “es llegar a no tener nada más que un estrecho féretro de piedra empujándote a ser tú mismo”.

*González Licea, Genaro. Introducción de Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

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