Fotografía: Ingrid L. González Díaz
Mis pies son hojas tiradas en mis pasos,
son mi lengua tocando la humedad de mi
camino,
mi voz envuelta en sombra de una sombra envejecida.
Se ha ido mi juventud,
lo sabe mi sordera y el cráneo donde vivo,
mis huellas que al paso se deshacen
como luz de sepulcros olvidados.
Se acabó aquel musgo tendido sobre el
agua,
aquella fuerza de amar lo amargo del camino.
Ahora mis dedos tiemblan al verme sin mis
manos.
Día a día me hundo en un silencio ahuecado,
en un crepúsculo deshecho en la espesura.
Del libro:
Al caer el tiempo de Genaro
González Licea
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