lunes, 28 de abril de 2025

Presentación de Al caer el tiempo de Genaro González Licea en el Tianguis Cultural “Cipreses Azcapotzalco”.

 

Marcela Romn, Fran Fierro Brito (al centro) 
y el autor de Al caer el tiempo
Fotografía sin datar 

 

“En los poemas de Al Caer el Tiempo, el vacío es un personaje cuya pérdida del sentido vital es un llamado a volver la mirada a lo que sucede aquí y ahora dentro del ser y a su alrededor, a tomar conciencia de la realidad”. 


Prólogo de Al caer el tiempo

EL CANTO DE LA ALONDRA 

Marcela Romn 

Fran Fierro Brito 


La poesía es una expresión del ser, un sentimiento íntimo, profundamente íntimo del ser, del ser viviente y del ser pensante. No necesita de dioses para sostener su existencia, tampoco de personas endiosadas para mostrar su fuerza, su valor, su voz.

            La poesía, al ser un sentimiento, está en el alma de todo ser: de las personas, del agua, de las piedras, de las hojas y del tiempo. Es libre como el agua, como el viento. ¿Por qué tratar de atar un sentimiento?, ¿por qué tratar de atar a la palabra que a él se asoma? Para mí, el mayor genocidio literario es tratar de sujetar a la poesía a un capricho medido por palabras. Poesía y poema son dos cosas muy distintas. Poetas somos todos. Poeta, tú que te dices poeta, deja que tu sentimiento aflore y que el poema exprese su libertad.

            Al caer el tiempo es un asomo a ese sentir del alma desde la vida, la decadencia, la muerte. La muerte que día a día se hace presente en uno, pero también en el otro. Cuando un ser vivo muere, muere también una parte de mí.

En ese sentido, hoy, en esta presentación de Al caer el tiempo, haré presente a los migrantes y desaparecidos, a los miles de muertos sin sepultar en mi país. Duelos que viven con nosotros igual que el viento. Pedro Garfías lloró “por los que han muerto sin saber por qué”, yo intento hablar por ellos, hacerlos presente en nuestro andar cotidiano, como presente es la sombra de nuestros pasos.

            Muy agradecido a Marcela Romn, Fran Fierro Brito y a El Canto de la Alondra, mi hogar editorial, por acompañarme en esta presentación y por ese prólogo tan hermoso que me envuelve el alma y me exhorta a no claudicar en este camino de luces y sombras, piedras y espinas.

Gracias, también, a la Congregación Literaria de la CDMX, a la Alcaldía Azcapotzalco y a las personas en general por permitirme escuchar y ser escuchado.

 

 

***

Me acompaña mi vejez, la lejanía del río,

un cuerpo astillado que mira mi abandono,

un alma desahuciada en el rostro que fue mío,

unos lirios soñando en mis párpados resecos,

unos huesos sintiendo mi agonía.

 

Me acompaña el silencio de mi sombra,

el vacío de estar siempre vacío,

vacío, vacío.

 

 

***

Un migrante camina

por la vieja vereda

que entierra los pasos de los muertos,

los sueños rotos,

el hambre de encontrar su voz, su sombra,

en las grietas resecas de un estanque abandonado.

 

 

***

Un cuerpo tirado al andar de su camino.

Un mirar enmudecido limpiando la sangre que el sol seca.

Unos pasos indiferentes que se pierden en las hojas.

Un viento que se lleva el olor negro de su herida.

Una tierra que absorbe sus huesos y sus pasos.

Solo las manos de la luna abrazan el dolor

de ese cuerpo que en silencio se deshace.

 

 

***

Tirado en una grieta que me cuida,

sin levantarme por siempre ya,

sin saber que he llegado al fin de mi destino,

a este viento, a esta sombra,

a esta tierra que me esconde,

mi alma vaga en el vacío,

como otras que han muerto, igual que yo,

sin saber por qué.

 

 

***

Un cadáver mutilado,

niños con lágrimas atadas en la boca,

mujeres desnudas flotando sobre el río,

sobre la luz huérfana del río.

 

¡Cuántos muertos sin enterrar!

¡Cuánto dolor tendido entre las piedras!

Quejido de sus ojos en mis ojos,

muertos míos, mis muertos.

 

 

***

Fui asesinado con las manos del otro que son mías.

Soy mortaja clandestina sin cruz en el camino.

Mi hogar es el baldío,

el recuerdo de una sombra que fue mía.

 

 

***

Morí sin saber dónde.

Un alma me arrojó al vacío,

otra, la mía, camina como fantasma

perdido entre las hojas.

 

 

***

No cierres mis ojos, no, no los cierres,

en ellos verás siempre la tristeza de los tuyos,

el campo verde, el silencio de lo blanco de la luna,

la flor llorosa que vi en ti

al sentir la soledad del viento alejarse entre tus pasos.

 

 

***

Las fosas clandestinas

son labradas con las penas de mis huesos,

con la carne deshecha de mis manos,

con el alma mezquina de tus ojos,

de los míos,

de los ojos del tiempo indigente que nos mira.

 

 

***

Con el tiempo,

los muertos sin sepultar son las hojas que pisamos,

las flores olvidadas que nos ven,

el polvo que en silencio nos espera.

 

 

***

La vida y la muerte son dos cadáveres

que se aman desahuciados.

Son breves

como un instante de tiempo

envuelto en la palabra.

 

Genaro González Licea

Caloclica, CDMX, abril 2025

Genaro González Licea 

Fotografía sin datar 


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