Así
como la luna desgrana su interior en el alma que en silencio mira, así también fueron
cinco los destellos que guiaron el camino de Al Caer el Tiempo.
El
primer destello son estas palabras de don Carlos Castilla del Pino, dichas en
la Casa del olivo: “el tiempo pasa para todos. Pero mi futuro se adelgaza y es
ya, aunque se prolongue tanto como yo deseo, incomparablemente más breve que mi
pasado”.
El segundo son estas letras acuñadas por don Eduardo Nicol en su
libro La primera teoría de la praxis:
“para ser lo que es, el hombre necesita hacerse un hombre nuevo: ser distinto
para ser sí mismo”.
La siguiente sentencia de Enrique González Rojo Arthur, expuesta
en su Poema filosófico I, es, para
mí, la tercera orientación de Al Caer el
Tiempo y refiere así: “La nada, como no es, no puede ser límite de nada”.
Le sigue esta expresión de amor y de tristeza, de fuerza y
reclamo de don Pedro Garfias Zurita, la cual recorre la conciencia de México y
España y el mundo entero: “ahora voy a llorar por los que han muerto sin saber
por qué”.
Finalmente, el quinto destello que como timón de banco resistió
la tempestad del mar embravecido y permitió sacar a flote Al Caer el Tiempo, fue este monólogo íntimo, sereno, y de
impresionante lección para mí de Marguerite Yourcenar: “¿Qué tienes para
consolar la tumba? —Tengo el caudal de haber sido”.
Mis
amigos, si nada quedara de Al Caer el
Tiempo, más que estos epígrafes de piedra anclados en él, mi alma se irá
tranquila desgranando su sombra en el vacío.
Genaro González Licea
Caloclica, CDMX, septiembre de 2024
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