Teatro Hinojosa, Jerez, Zacatecas
Fotografía sin datar
Estoy muy contento de estar nuevamente con ustedes en
este emblemático Teatro Hinojosa, y en este su muy propio ambiente jerezano,
ahora con motivo de la presentación del poemario las caras del amor, de Lucía Paola Esquivel Mercado.
Le agradezco a la doctora Gema Mercado
Sánchez, y al doctor José Enciso Contreras, el darme la oportunidad de
acompañarles en esta presentación, y, por supuesto, a Lucía Paola por
concederme el privilegio de elaborar la introducción de su poemario.
Portada del libro:
"Las Caras del Amor", de Lucía Paila Esquivel Mercado
Fotografía sin datar
Pues bien. Refrendo aquí lo que ya he dicho por escrito:
Lucía Paola Esquivel Mercado es una gran poeta. Tiene la semilla, el trabajo
poético y la responsabilidad de ser poeta. Cualidades que se respiran día a día, al
margen de otras actividades que lleve a cabo el poeta para ganarse el sustento
de la vida.
Yo estoy muy agradecido con Lucía por
permitirme aprender de su poemario, además, como dije, de permitirme dibujar
unas ideas sobre el mismo. Las caras del
amor es un libro repleto de sentimientos colmados de luz y de contrastes,
de sensibilidad poética y agudeza reflexiva.
El amor
no es de ninguna manera un tema fácil y menos abordarlo en sus múltiples
rostros que le forman. Es un
tema intemporal, un sentimiento que depende mucho del tiempo en que se vive, del
instante en que se tiene, Amor fraterno, metafísico, a uno mismo, al mundo, al
otro que es otro porque es uno.
Las
caras del amor son muy complejas y nuestra poeta las aborda con impresionante
sencillez y tino. En sus
poemas queda claro que el amor consume, consume al otro en uno, se dispersa y
multiplica en la vivacidad de un suspiro perdido en un instante sin fracturas
racionales que le aten.
El amor, se podría decir, es irreal,
metafísico, abstracto. Es un acto de fe, un creer que se nos ama y, al mismo
tiempo, una certeza que nos dice que nosotros amamos lo que amamos. Creencia y certeza hacen la permanencia
del misterio del amor, la flama, el suspiro que se enciende y se consume al
mismo tiempo. Tal vez, por esta razón es posible
afirmar, como lo hace don Carlos Castilla del Pino, que lo mejor del amor es su
recuerdo. Tal vez, solo tal vez.
El complejo tema del amor. Sentimiento
humano que encierra en sí mismo desamor. Amor y desamor nos esclavizan por
igual. Y sin embargo, lo paradójico es, quizá, que solo el desapego, el
desamor, es el hueco que nos da la posibilidad de buscar la libertad. La
soledad es, por lo general, el precio.
Es cierto, quizá la soledad sea la
expresión máxima de libertad, pero, por alguna razón que desconozco, la naturaleza
del ser humano no es vivir en soledad, aislado del mundo, de sí mismo, del otro
que por él existe.
Su naturaleza es sentir el amor y el
desamor. El amor, esas cuatro letras que, como expresa Lucía, te “hacen sentir.
/Luz infinita sin más que decir./ Te duele en el alma cuando te hace sufrir”.
De esta manera, es posible decir que el
no vivir en soledad tiene su precio. “Somos castigados, diría en fuegos Margarita Yourcenar, por no haber
podido quedarnos solos”, y agrega: “hay que amar mucho a una persona para
arriesgarse a padecer. Tengo que amarte mucho para ser capaz de padecerte”.
Los efectos dolorosos del amor, de ese
amoroso amor que, como lo expuse en la introducción del poemario que aquí se
presenta, por lo general, hemos olvidado amar y Lucía nos recuerda desde el
alma.
Genaro González Licea
Fotografía sin datar
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