lunes, 13 de enero de 2020

Genaro González Licea, en la presentación de "Las Caras del Amor" de Lucía Paola Esquivel Mercado


Teatro Hinojosa, Jerez, Zacatecas 
Fotografía sin datar 


Estoy muy contento de estar nuevamente con ustedes en este emblemático Teatro Hinojosa, y en este su muy propio ambiente jerezano, ahora con motivo de la presentación del poemario las caras del amor, de Lucía Paola Esquivel Mercado.

Le agradezco a la doctora Gema Mercado Sánchez, y al doctor José Enciso Contreras, el darme la oportunidad de acompañarles en esta presentación, y, por supuesto, a Lucía Paola por concederme el privilegio de elaborar la introducción de su poemario. 

Portada del libro: 
"Las Caras del Amor", de Lucía Paila Esquivel Mercado 
Fotografía sin datar

Pues bien. Refrendo aquí lo que ya he dicho por escrito: Lucía Paola Esquivel Mercado es una gran poeta. Tiene la semilla, el trabajo poético y la responsabilidad de ser poeta. Cualidades que se respiran día a día, al margen de otras actividades que lleve a cabo el poeta para ganarse el sustento de la vida.
Yo estoy muy agradecido con Lucía por permitirme aprender de su poemario, además, como dije, de permitirme dibujar unas ideas sobre el mismo. Las caras del amor es un libro repleto de sentimientos colmados de luz y de contrastes, de sensibilidad poética y agudeza reflexiva.
            El amor no es de ninguna manera un tema fácil y menos abordarlo en sus múltiples rostros que le forman. Es un tema intemporal, un sentimiento que depende mucho del tiempo en que se vive, del instante en que se tiene, Amor fraterno, metafísico, a uno mismo, al mundo, al otro que es otro porque es uno.
          Las caras del amor son muy complejas y nuestra poeta las aborda con impresionante sencillez y tino. En sus poemas queda claro que el amor consume, consume al otro en uno, se dispersa y multiplica en la vivacidad de un suspiro perdido en un instante sin fracturas racionales que le aten.
El amor, se podría decir, es irreal, metafísico, abstracto. Es un acto de fe, un creer que se nos ama y, al mismo tiempo, una certeza que nos dice que nosotros amamos lo que amamos. Creencia y certeza hacen la permanencia del misterio del amor, la flama, el suspiro que se enciende y se consume al mismo tiempo. Tal vez, por esta razón es posible afirmar, como lo hace don Carlos Castilla del Pino, que lo mejor del amor es su recuerdo. Tal vez, solo tal vez.
El complejo tema del amor. Sentimiento humano que encierra en sí mismo desamor. Amor y desamor nos esclavizan por igual. Y sin embargo, lo paradójico es, quizá, que solo el desapego, el desamor, es el hueco que nos da la posibilidad de buscar la libertad. La soledad es, por lo general, el precio.
Es cierto, quizá la soledad sea la expresión máxima de libertad, pero, por alguna razón que desconozco, la naturaleza del ser humano no es vivir en soledad, aislado del mundo, de sí mismo, del otro que por él existe.
Su naturaleza es sentir el amor y el desamor. El amor, esas cuatro letras que, como expresa Lucía, te “hacen sentir. /Luz infinita sin más que decir./ Te duele en el alma cuando te hace sufrir”.
De esta manera, es posible decir que el no vivir en soledad tiene su precio. “Somos castigados, diría en fuegos Margarita Yourcenar, por no haber podido quedarnos solos”, y agrega: “hay que amar mucho a una persona para arriesgarse a padecer. Tengo que amarte mucho para ser capaz de padecerte”.

Los efectos dolorosos del amor, de ese amoroso amor que, como lo expuse en la introducción del poemario que aquí se presenta, por lo general, hemos olvidado amar y Lucía nos recuerda desde el alma.

Genaro González Licea 
Fotografía sin datar 





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