domingo, 18 de agosto de 2024

Casa Marie José y Octavio Paz presentó "La Sequedad del Estanque" de Genaro González Licea

 


Un trozo de agua corriendo en el subsuelo

 

Un trozo de agua corriendo en el subsuelo, el estanque vacío, la humedad de la tierra buscando la sangre y el sendero, las grietas que existen y no existen, la luz enterrada, el venero en flor. Al fondo, una historia milenaria que deslumbra, una vida latente que camina.

El subsuelo, sí, el subsuelo,

es una lápida de soles de múltiples colores,

lunas verdes y amarillas,

riachuelos de luciérnagas de jade,

dioses de maíz y barro.

 

En el subsuelo, sí, en el subsuelo,

hay una identidad de múltiples colores

que en los ojos se ha enterrado,

un manantial donde comulgan las hojas con el viento,

la tierra con el agua, y el agua con el canto del quetzal

que nadie ha conquistado.

 

En la sequedad del estanque reina la soledad, el silencio, el lloroso alarido del silencio, el encuentro y rencuentro con la esencia del ser de lo que somos: camino y encrucijada, misterio que al ir regresa, igual que el poema a la poesía y la eternidad al agua, al subsuelo donde nace el vacío, la creación de la existencia, la turbulencia de la nada.

La sequedad del estanque.

El silencio vacío.

Mi aura flotando sin el agua.

El palpitar del frío envuelto entre la escarcha:

nada quedará de mí, de ti,

del olor a musgo en esas grietas que me miran.

 

Sé que la sequedad del estanque, la decadencia del tiempo, encontrará voces y tempestades, soles y rocíos, nubes buscando agua y llovizna empapando el viento, la hierba marchita, la tierra sedienta de tanto amar, pero sé también que de ese encuentro nacerán flores y espinas, musgo en la piedra y sombras de girasol, lo sé, lo sé bien, porque:

Los girasoles son luciérnagas

que lloran en lo oscuro,

raíces de esperanza hundidas en la sombra,

soledad amarilla que crece en la montaña,

en el cráneo del sol y en la voz del infinito.

 

Si, la sequedad del estanque intenta asomarse a la complejidad del ser, al sendero donde la vida y la muerte caminan de la mano, igual que la vejez y la soledad del tiempo, la carne y el polvo:

Entre las horas pardas

y los cirios consumidos,

veo mi cuerpo partir abrazado de un suspiro.

Nada quedará de él.

El viento destejerá su carne

y el sol su voz y su alarido.

Nada quedará de él, nada.

 

Somos nada, suspiro encendido en la indigencia, almas vagando en la neblina, en las hojas de un árbol, en el limo del agua:

Alma mía que te vas sin mí,

ya jamás sentirás mi piel amarga.

Serás brisa flotando en el ocaso.

 

Y es en ese devenir de la sequedad del estanque donde se asoma también la esperanza, el resurgir de la vida en el vacío de la propia ausencia, en el vacío de la creación, en el principio del principio donde surge y resurge el misterio de la creación.

Nací en el subsuelo,

existe ahí la llaga,

el abismo que me mira,

la piedra que me espera.

 

Dentro de esta sequedad del tiempo y esta sequedad de estanque, en el subsuelo hay algo más que a mí me duele: los muertos en mí país, los muertos, mis muertos, los muertos “perdidos en un mar sin sepultura”, almas desaparecidas en lágrimas temblando de dolor, en semillas preñadas de misericordia de luz y serenidad de tierra y agua.

El viento acompaña mi tristeza,

una sombra envuelve la ausencia de mis pasos,

un olvido se esconde en lo seco del dolor.

 

El silencio me duele,

más si viene de los muertos apilados a lo largo del camino.

 

La sequedad del estanque, mis amigos, es un intento de asomo al misterio de la vida y de la muerte, que siempre muy juntos van. Es un grito desde el interior más hondo, la búsqueda de un resurgir desde el vacío, sabiendo que:

Entre la tierra y la raíz del sol,

la humedad callada del subsuelo crece

y se levanta hacía las nubes,

como un brillo de voces

que iluminan el ser del infinito.

 

Concluyo estas líneas con la lectura de un par de poemas, no sin antes agradecer a la escritora Leticia Luna, Directora de este hermoso recinto cultural Casa Marie José y Octavio Paz, su generosidad y atenciones, así como a los poetas Manolo Mugica, Francisco Fierro Brito, Jesús Gómez Morán, Marcela Romn y Diana Juárez, por acompañarme y expresar palabras tan vitales sobre el poemario aquí referido, cuestión que le pronostica un buen viaje en su camino.

 

1.

A Ángeles Fernández Martín

y J. Juan López Raya

 

La calidez del sol

endulza mi sombra vacía

tendida sobre el agua.

 

Un árbol sin hojas cuida mi voz entristecida,

mis ojos enterrados mirando mi dolor.

 

Nada dejo a mi paso, nada dejo.

Fui un quejido perdido en la pradera,

un suspiro desterrado al caminar.

 

2.

La vida es tan efímera como la muerte,

aromas pálidos que rozan gozosos

el musgo de una piedra perdida en el olvido.

 

3.

Entre las horas pardas

y los cirios consumidos,

veo mi cuerpo partir abrazado de un suspiro.

Nada quedará de él.

El viento destejerá su carne

y el sol su voz y su alarido.

Nada quedará de él, nada.

 

4.

Los girasoles siguen también la sombra de la luna,

la voz amarga del verano,

el llanto de los muertos perdidos en un mar sin sepultura,

el murmullo de las hojas envueltas

en lo oscuro de mis pasos,

la eterna eternidad del agua abrazada

con la noche y su espesura.

 

5.

Hay veleros que se van al mar

sabiendo que está vacío,

la brisa les llama,

fresca, imponente, eterna,

plena de soledad y ausencia,

ausencia de ti, de mí,

de este andar y desandar sin rumbo,

buscando tan solo un día, un instante,

que nunca llegará.

 

6.

Nadie me espera ya,

ni el murmullo del agua,

ni el consuelo de mi voz humedecida.

Nadie,

ni el viento, ni mi sombra, ni el vacío.

 

7.

Ahora lo sé,

mis pasos no son más que un polvo de huesos

al ras de mi camino.

 

8.

Antes de que las brasas encuentren

lo oscuro de mis penas,

antes de que arda mi piel entre mis llagas,

sí, antes de que el viento se deslice

en lo incierto de mis huesos,

debo decirte que amé

como ama aquel que no busca ser correspondido.

 

De odios y venganzas nada supe,

amé como el viento ama al viento,

la piedra a la piedra y el agua al agua.

 

Amé sin sentimientos encontrados.

Amé como se ama el día y el día que se va.

 

9.

Prepárate a morir, poeta,

solo, sin una sombra que te abrace.

Desnudo de ti, de mí,

de la gloría calcinada en el camino.

 

El alma es un instante de misterios y pasiones,

luces y sombras encontradas,

comunión de voces divinas y profanas,

instantes de llamas, brisa, tierra y ceniza adolorida.

 

Prepárate a morir, poeta.

Despídete de esa tu voz hecha de leña

y arde, con ella, sin temores.

 

Genaro González Licea

Caloclica, CDMX, agosto de 2024.

 




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