sábado, 8 de julio de 2023

Genaro González Licea, las Raíces del Agua o el principio del principio de Benito Balam


En la amada casa de don Ramón López Velarde,
en Jerez, sí, en Jerez, Zacatecas  




LAS RAÍCES DEL AGUA O EL PRINCIPIO DEL PRINCIPIO DE BENITO BALAM


En las raíces del agua o el principio del principio de Benito Balam, el alma encarnada, viviente, lúcida de José Arturo Fuentes Creollo, veo el brillo de una sombra en pleno alumbramiento.

La aurora juega con la aurora, la neblina cae como el tiempo, mis manos lloran al sentir la soledad del agua, del agua desnuda que recorre el suelo y el subsuelo de la tierra, las entrañas de la vida y el silencio de la muerte. A su paso nada queda atrás, con ella crece la esencia del tiempo, del alma del tiempo, tuya y mía, donde iremos todos.

Alma negra, blanca y cristalina, alma indocristiana, alma maya y universal del “kairós” vivo de cada quien, del “kairós” que crece y se modifica, una y otra vez para ver nuevamente su pequeñez, su miseria y su grandeza, ante sí mismo, ante el infinito, ante, nos diría nuestro Benito, los “vivos, los difuntos; y ante nuestra madre tierra, los demás seres vivos y el cosmos”.

El agua, la sequedad y la humedad del agua, el agua que es otra y la misma en un aquí y en un allá. Somos agua y movimiento, sangre seca que humedece la voz de la conciencia, alma errante que corre atrás del agua, buscando, buscando siempre, la raíz de su principio, del principio del principio que encierra su silencio, su esencia, su voz y su vacío, el silencio vacío que origina al verbo, el murmullo del correr del agua, canto lloroso, instante de amor y despedida.

         En las raíces del agua, en el misterio del abandono, del vacío y la soledad del agua que fluye y transforma al ser, al ser cambiante que integra la voz del infinito, miro también las heridas de un Benito Balam que camina con su voz inacabada, las llagas internas de un alma que busca, llagas mortales cubiertas de sombra, de instantes que nacen al fondo del ser, al fondo de la conciencia desnuda del ser, del ser que siente, en sus pies, la cruz de su sendero.

Veo el testimonio de un andar personal y literario de un hombre que busca caminar en libertad, de un hombre que nace al verse desnudo frente a sí mismo, solo y en pleno desamparo. Su alma frente a la orfandad del alma.

Sí, las raíces del agua son instantes de parto, expansión de conciencia en las entrañas, fuerza de un viento que crece con el viento, con el alma del otro unida al cosmos, al silencio del silencio que acompaña el andar del agua. Son un mirar interno, de vida y literario, un diálogo concreto, transparente y fresco como la sangre que tenemos, como el alma del nahual que está en los pies de todos, en las grietas del silencio, en la voz ahuesada que clavamos al andar de nuestros pasos.

Y es así como laten las piedras angulares que forman la conciencia del ser a lo largo del camino. Sorbos de agua que reviven la sequedad del alma, revelaciones que marcan el sendero, la confluencia del ser y lo que somos, el amor hundido en los ojos de la tierra, en la soledad del cosmos amando lo blanco y negro de la luna, la muerte de las hojas, lo alegre de las flores, el eterno renacer del hombre, del ser que camina astillado de sus huesos y canta sin dolor el dolor de las espinas.

         Cinco partes conforman las raíces del agua, todas ellas son un gran alumbramiento, una antología de la expansión del ser y su conciencia, una ventana poética que permite asomarse al alma del poeta y de su pueblo.

Benito Balam nació de la tierra y del sol, madrecita tierra y padrecito sol, ambos fueron la carne que le dieron vida, ambos lo crearon con su voz y su poesía, en él viven y cantan y perduran y perdurarán por siempre, son su ser y su conciencia, su pasado en el presente, silencio de piedra y fluir de agua, alumbramiento primigenio que siempre se asoma y asomará en el hueco de sus sienes.

Padre y madre son y serán siempre, entrañas de hierro y barro que lo formaron y le dieron voz y alas para emprender un canto en libertad. Esas raíces son, para mí, las raíces del agua. Dolor de un destino que marca un caminar, una huella de pasos buscando la cruz blanca que un día alguien vio al centro del camino.

         De este alumbramiento de piedra y agua del poeta, llegaron otros y otros más, “fruto de nuestra circunstancia” como él señala. Uno de ellos, por ejemplo, nuestro poeta lo relata así:

“Hará como diez años, en tierras de mis abuelos mayas, cuando comprendí que Yucatán era mi verdadera cuna, mis primeros sembradíos poéticos fueron diseminados por los vientos acústicos del mar y la calcárea blanca de mi pequeña patria. Ahí aprendí los matices de los árboles, el temperamento de las aguas subterráneas y el bullicio de los animales vivos y sin celda. No imaginaba yo el hervor que me envolvería, cada vez que me encontraba alguna huella de mi origen, porque nadie se conoce solamente por lo que es, sino el cómo fue concebido. Una y otra vez las gargantas de las hojas y los imperceptibles vuelos de los insectos germinaban en mí palabras que no entendía”.

         Aflora el poeta y el compromiso del poeta desde entonces a la fecha, los ojos de la poesía o la poesía como testimonio, el cuerpo de su cuerpo de su otro cuerpo, cráneos regados y maltrechos, “silencios encontrados en tumbas y en rosario”.

         Y otra vez aparece Quetzalcóatl, aquel que “bajó al Mictlan/ en el vientre de la tierra/ con una antorcha/ con una lámpara de luna”. “Confió que el fuego/ iluminaba la conciencia del hombre/ pero no fue así/ porque también son amarillos los perros/ y blancos los colmillos del jaguar”.

Pero también aparece Tonantzin Guadalupe, una expresión indocristiana al cual nuestro poeta entrega su polvo y su conciencia, su flor y canto, su raíz de agua indígena, su voz amamantada de maíz, su canto de ave entregado, como el expresa, “al alma indocristiana de nuestros pueblos para que alcancen su nueva emancipación”.

         Las raíces del agua es una antología poética hermosamente custodiada por simbólicas ilustraciones de José Hernández Delgadillo y Alberto Cerritos, cuestión que merece todo un comentario aparte que en otra ocasión haré, pero, sobre todo, es la voz propia de un poeta, de un poeta de verdad, que cae y se levanta con ese espíritu heredado con la luna y el sol de sus ancestros, dignidad de piedra, que nadie ha conquistado. Es un poemario de amor a la vida, a los otros y así mismo, una serena ternura al amor, ese amor “indispensable/ importante/ y urgente / ¡oh, amada! /abrazo tus labios/ con los míos”.

 

Genaro González Licea

Caloclica, Ciudad de México, 7 de julio de 2023.

 

Genaro González Licea 

fotografía sin datar




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