“Unos demonios maliciosos se nos meten dentro y
nos mandan hacer, sin que nos demos cuenta, sus
más absurdas voluntades.”
Charles Baudelaire.
Al escribir estas líneas mantuve como objetivo central el de puntualizar los elementos básicos que, desde mi punto de vista, se dan cita en el proceso de transformación política, económica y social y que vive el Estado mexicano. Proceso que realmente inicia desde la década de los ochenta, específicamente, con la reestructuración de la deuda externa mexicana. El dos mil, por tanto, significa solamente una etapa más del proceso.
¿Y la transformación de la formación económico social mexicana, hacia dónde se dirige? No es alentadora la respuesta ni para millones de mexicanos ni para el florecimiento de la economía nacional. Ello, entre otras cosas, porque México, desde su independencia, vive un desarrollo tutelado por Estados Unidos, cuestión que se puede evidenciar con la guerra de reconocimiento de dominio en 1848, guerra nada ficticia, puesto que, nos recuerda Juan María Alponte, (George W. Bush se juega la reelección: México, el futuro, El Universal, 17 de febrero de 2003), “costó a Estados Unidos 166 millones de dólares; la pérdida de mil 233 soldados más 4 mil 152 heridos”, y, continúa, “grandes efectos históricos puesto que, al liquidar el ‘modelo esclavista’ EU, con ese conflicto, terminó con el último ‘enclave’ colonial del país y pudo realizar, con todas sus consecuencias, la revolución industrial que el sur impedía al mantener, viva, una economía colonial exportadora dependiente de las industrias textiles de Inglaterra. Ese conflicto fue, sin duda, fundamental para que EU iniciara el proyecto hacia la hegemonía puesto que, en 1900, en dos generaciones, superaba ya a Inglaterra en el PNB”.
¿Qué significa lo anterior? Una interpretación es que la reestructuración del Estado mexicano es parte de un proceso que fortalece la reestructuración hegemónica norteamericana, el marco de reproducción financiero, globalizante, y debilita la rectoría económica del Estado.
Sin embargo, considero que sin necesidad de rechazar el proceso anterior, recuérdese que las economías y sociedades cerradas desde hace muchos años han quedado atrás, es posible replantear una reestructuración de Estado que tienda a fortalecer a un Estado de derecho, una economía nacional que fortalezca nuestra soberanía local y, de esta manera, nuestra soberanía compartida. Para lograrlo, es indispensable la generación de consensos legislativos y no de acuerdos copulares, de elite; es indispensable la acción reflexiva de intelectuales y ciudadanos, pero, sobre todo de los Poderes de la Unión. Sería una lamentable historia el hecho de que los responsables de cada uno de estos poderes, diseñen, reestructuren sus instituciones a imagen y semejanza, sin escuchar a la sociedad civil, ni permitir sus comentarios. ¿Qué tipo de Estado, gobierno, Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, quiere o pretende la sociedad civil dentro de treinta años? No escuchar al gobernado, al igual o al inferior en estos tiempos de cambio, equivale a sostener que el poder es omnipotente, todo lo puede; creencia terrible, lamentable. *González Licea, Genaro, Presentación del Ensayo sobre la reestructuración del Estado Mexicano, Edición del autor, Derechos reservados, México, 2003.
nos mandan hacer, sin que nos demos cuenta, sus
más absurdas voluntades.”

Al escribir estas líneas mantuve como objetivo central el de puntualizar los elementos básicos que, desde mi punto de vista, se dan cita en el proceso de transformación política, económica y social y que vive el Estado mexicano. Proceso que realmente inicia desde la década de los ochenta, específicamente, con la reestructuración de la deuda externa mexicana. El dos mil, por tanto, significa solamente una etapa más del proceso.
¿Y la transformación de la formación económico social mexicana, hacia dónde se dirige? No es alentadora la respuesta ni para millones de mexicanos ni para el florecimiento de la economía nacional. Ello, entre otras cosas, porque México, desde su independencia, vive un desarrollo tutelado por Estados Unidos, cuestión que se puede evidenciar con la guerra de reconocimiento de dominio en 1848, guerra nada ficticia, puesto que, nos recuerda Juan María Alponte, (George W. Bush se juega la reelección: México, el futuro, El Universal, 17 de febrero de 2003), “costó a Estados Unidos 166 millones de dólares; la pérdida de mil 233 soldados más 4 mil 152 heridos”, y, continúa, “grandes efectos históricos puesto que, al liquidar el ‘modelo esclavista’ EU, con ese conflicto, terminó con el último ‘enclave’ colonial del país y pudo realizar, con todas sus consecuencias, la revolución industrial que el sur impedía al mantener, viva, una economía colonial exportadora dependiente de las industrias textiles de Inglaterra. Ese conflicto fue, sin duda, fundamental para que EU iniciara el proyecto hacia la hegemonía puesto que, en 1900, en dos generaciones, superaba ya a Inglaterra en el PNB”.
¿Qué significa lo anterior? Una interpretación es que la reestructuración del Estado mexicano es parte de un proceso que fortalece la reestructuración hegemónica norteamericana, el marco de reproducción financiero, globalizante, y debilita la rectoría económica del Estado.
Sin embargo, considero que sin necesidad de rechazar el proceso anterior, recuérdese que las economías y sociedades cerradas desde hace muchos años han quedado atrás, es posible replantear una reestructuración de Estado que tienda a fortalecer a un Estado de derecho, una economía nacional que fortalezca nuestra soberanía local y, de esta manera, nuestra soberanía compartida. Para lograrlo, es indispensable la generación de consensos legislativos y no de acuerdos copulares, de elite; es indispensable la acción reflexiva de intelectuales y ciudadanos, pero, sobre todo de los Poderes de la Unión. Sería una lamentable historia el hecho de que los responsables de cada uno de estos poderes, diseñen, reestructuren sus instituciones a imagen y semejanza, sin escuchar a la sociedad civil, ni permitir sus comentarios. ¿Qué tipo de Estado, gobierno, Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, quiere o pretende la sociedad civil dentro de treinta años? No escuchar al gobernado, al igual o al inferior en estos tiempos de cambio, equivale a sostener que el poder es omnipotente, todo lo puede; creencia terrible, lamentable. *González Licea, Genaro, Presentación del Ensayo sobre la reestructuración del Estado Mexicano, Edición del autor, Derechos reservados, México, 2003.
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