“Vengo arrebatar del hocico los códices devorados
las
palabras de estuco grabadas en mis bóvedas
vengo
a cincelar con extraños augurios
mi rostro
que no conozco”.
Y es así como Benito Balam inicia su
caminar como poeta, su búsqueda interior, su encuentro y desencuentro consigo
mismo y con el otro, con su presente y su pasado y, sobre todo, con la
presencia y fortaleza de una cultura milenaria, de horizonte comunitario
compuesto por un concierto de voces, todas ellas con su aroma y su textura, su
autonomía y sentido de pertenencia. La antología que aquí se presenta es parte
de esa búsqueda y caminar literario y filosófico de vida de Benito Balam.
Su actitud y compromiso de vida de “arrebatar
del hocico los códices devorados”, “las palabras de estuco grabadas” en sus
bóvedas, y más aún, su actitud y compromiso de construir y reconstruir, de “cincelar”,
como él lo llama, su “rostro” que no conoce, su historia, nuestra historia e
historicidad que ha sido sepultada. De ahí precisamente el título de mi modesto
comentario, incorporado generosamente por Benito en la antología: Benito
Balam y la palabra amorosa nacida del subsuelo. En la misma tesitura se
ubican las líneas que escribí para la presentación de dicha obra en el Foro
Zozobra de la Casa Museo Ramón López Velarde, en Jerez, Zacatecas, mismas
que titulé: Las “raíces del agua” o el principio del principio de Benito
Balam.
Por supuesto que no repetiré aquí, en este Museo
Casa de la Memoria Indómita, lo ahí dicho, sin embargo, sí reiteraré que no
estamos frente a un texto cualquiera. Tanto en esta antología como en su obra
entera, no existe desperdicio alguno. Y ello es así porque en su obra se
percibe una visión de vida, una filosofía del ser, una voz auténtica, autónoma,
reflexiva y crítica.
En la obra de Benito Balam hay una búsqueda
permanente de nuestras raíces, de nuestro rostro y filosofía propia, de nuestra
historicidad y, lo más complejo que existe, hay una propuesta de convivencia de
culturas en comunidad, que Benito denomina el “alma indocristiana”. Alma de mil
colores, alma maya y universal. Alma que, más que ubicarla como un acto de fe, hay
que percibirla como un despertar y construir, en el espíritu de cada quien, con
un sentido de equidad y justicia social, con un compromiso de respeto y
convivencia colectiva. Incluso, se diría, hay que percibirla como una auténtica
formación de identidad y conciencia social, dicho con palabras del propio
Benito (materia de otro escrito filosófico/político), con una auténtica “formación
de la conciencia nacional de México”, configurada desde la base de la amplia
gama de comunidades originarias que integran nuestro país.
Es de agradecer que esta visión de mundo, que
de suyo tiene un gran valor, Benito Balam la expone, en esta antología de
manera literaria y poética, hermosa y profundamente poética, vía una parte de sus
escritos que van de 1976 a 2023. No me casaré de decirlo, Benito Balam es un
gran poeta. Un poeta congruente, de canto social y libertario, amorosamente
libertario, desde sus orígenes hasta nuestros días.
En toda la obra de Benito Balam hay esta
esencia y continuidad, esta savia que no cambia nunca, puede, quizá, cambiar la
forma, lo cual es muy lógico con el paso del tiempo, pero el fondo prevalece,
además de intacto, aquilatado. Su palabra y compromiso social es el mismo y
otro al mismo tiempo. Su savia sigue intacta y, a la vez, mucho más
fortalecida. Es la voz del jaguar aquilatado.
Traigo, nos dice, un jaguar que me desgarra
dentro: “es un jaguar que apenas cabe / es un jaguar que merodea hiriendo mis
paredes / es un jaguar que se revienta… / y se rebosa a litros por mis
palabras”. Y concluye: “soy un jaguar de Indoamérica / lo reconozco / a bien
salud/ mi respetable herencia”. Esta es la “raíz del agua” de Benito Balam.
Su palabra es vital para acercarnos a nuestro
pasado, a nuestra forma de ser, a nuestra raíz de dignidad intacta e
inconquistada, sea esta raíz: maya, purépecha, tarahumara, huichol, lacandona,
triqui, negra, morena, blanca o castaña. En todas ellas lo que existe es un
espíritu colectivo con una raíz de barro. Raíz que, lo repito, tiene mucho que
ver con sus y nuestros ancestros, con su dignidad de piedra que nadie a
conquistado.
Agréguese al contenido propio, muy propio, de
la palabra de Benito, la riqueza cultural por él bebida de personas de gran
compromiso social, y no me refiero solamente al maestro José Hernández
Delgadillo, por dar un nombre, sino también a toda una generación cultural con
pies de barro: chamanes, campesinos, mineros, albañiles, pintores, escritores,
profesores, gente pobre de aquí y de allá, códices petrificados, milpas y
mazorcas, estudiantes, madre tierra y padre sol. Las montañas, los ríos y los
mares. Los jaguares y el árbol de la ceiba.
Todos están en las “raíces del agua”, en la voz
social y libertaria de un poeta que tiene un agudo oído interno, llamado Benito
Balam. Hombre generoso que obsequia siempre un puño de luz, una revelación, una
esperanza, a todo aquel que a él se acerque. Les aseguro, mis amigos, que el
exterminio de nuestra cultura, de nuestro pasado libertario y colecticio, de nuestra
historia y espíritu de barro, nunca se llevará a cabo, en tanto existan poetas
como Benito Balam.
Genaro
González Licea
Caloclica,
CDMX, enero de 2024
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