domingo, 7 de abril de 2024

Genaro González Licea presenta "La Sequedad del Estanque", poemario sobre la decadencia y renacer del tiempo

 

La sequedad del Estanque 

Fotografía de EL CANTO DE LA ALONDRA



La mejor presentación de un libro, más de un libro de poesía, es, bien se podría decir, no presentarlo. La poesía, el conocimiento, debe regresar al lugar donde nació, igual que la ceniza a la tierra que nos protege y alimenta. Somos carne y ceniza, tierra y viento, agua subterránea que abraza al infinito.

         Sin embargo, al ver en mis manos La Sequedad del Estanque, quise darle un adiós y bienvenida. La debilidad humana, la siempre presente debilidad humana. Lo ideal sería recibir y despedir este poemario a la sombra de un árbol o a la luz y vaivén de los cuatro vientos, o bien a la orilla de cualquier vereda, todas ellas, a fin de cuentas, llevan al centro del alma, al centro de la bondad humana.

         Para bien o para mal, decidí presentar La Sequedad del Estanque, entre estas mis cuatro paredes, una ventana que me mira y la puerta del tiempo. Es un testimonio de gratitud a tantas amistades que, sin conocerlos ni conocerme sin otra expresión que la palabra, han dado cobijo y aliento a lo que escribo, cosa que agradezco muy de veras. Más en estos tiempos donde abunda la mezquindad y la gula del poder. La soledad y desconfianza, la violencia de la ficticia propaganda del éxito y fracaso. El respeto y la tolerancia, la vida fraterna y en comunidad, están viviendo un sueño que bien vale la pena despertar. Y ahí está la voz de los poetas, la voz inagotable del poeta, la palabra de miles de personas dialogando con su tiempo, con la decadencia y renacer del tiempo.

         La Sequedad del Estanque es un modesto murmullo de esa voz. Es, se diría, un asomo al vacío, a la vivacidad del vacío, a la piel subterránea, íntima, de la vida y de la muerte que al mismo paso siempre van. Eso es La Sequedad del Estanque, e inicio la lectura de unos cuantos versos suyos:

 

1

La sequedad del estanque.

El silencio vacío.

Mi aura flotando sin el agua.

El palpitar del frío envuelto entre la escarcha:

nada quedará de mí, de ti,

del olor a musgo en esas grietas que me miran.

 

2

La vida es tan efímera como la muerte,

aromas pálidos que rozan gozosos

el musgo de una piedra perdida en el olvido.

 

3

Entre las horas pardas

y los cirios consumidos,

veo mi cuerpo partir abrazado de un suspiro.

Nada quedará de él.

El viento destejerá su carne

y el sol su voz y su alarido.

Nada quedará de él, nada.

 

4

Los girasoles siguen también la sombra de la luna,

la voz amarga del verano,

el llanto de los muertos perdidos en un mar sin sepultura,

el murmullo de las hojas envueltas

en lo oscuro de mis pasos,

la eterna eternidad del agua abrazada

con la noche y su espesura.

 

5

Hay veleros que se van al mar

sabiendo que está vacío,

la brisa les llama,

fresca, imponente, eterna,

plena de soledad y ausencia,

ausencia de ti, de mí,

de este andar y desandar sin rumbo,

buscando tan solo un día, un instante,

que nunca llegará.

 

6

Nadie me espera ya,

ni el murmullo del agua,

ni el consuelo de mi voz humedecida.

Nadie,

ni el viento, ni mi sombra, ni el vacío.

 

7

Ahora lo sé,

mis pasos no son más que un polvo de huesos

al ras de mi camino.

 

8

Alma mía que te vas sin mí,

ya jamás sentirás mi piel amarga.

Serás brisa flotando en el ocaso.

 

9

Antes de que las brasas encuentren

lo oscuro de mis penas,

antes de que arda mi piel entre mis llagas,

sí, antes de que el viento se deslice

en lo incierto de mis huesos,

debo decirte que amé

como ama aquel que no busca ser correspondido.

 

De odios y venganzas nada supe,

amé como el viento ama al viento,

la piedra a la piedra y el agua al agua.

 

Amé sin sentimientos encontrados.

Amé como se ama el día y el día que se va.

 

10

Prepárate a morir, poeta,

solo, sin una sombra que te abrace.

Desnudo de ti, de mí,

de la gloría calcinada en el camino.

 

El alma es un instante de misterios y pasiones,

luces y sombras encontradas,

comunión de voces divinas y profanas,

instantes de llamas, brisa, tierra y ceniza adolorida.

 

Prepárate a morir, poeta.

Despídete de esa tu voz hecha de leña

y arde, con ella, sin temores.

 

Muchas gracias a todos.

 

Genaro González Licea

Caloclica, CDMX, 7 de abril de 2024

Genaro González Licea 

Fotografía sin datar




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