lunes, 22 de marzo de 2021

Genaro González Licea: Enrique González Rojo Arthur y la búsqueda del devenir del tiempo y del tiempo mismo.

 


ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO Y LA BÚSQUEDA DEL DEVENIR DEL TIEMPO Y DEL TIEMPO MISMO.

 

Genaro González Licea

 

Gracias a la maestra Alicia, a Graciela y a Guillermo González Phillips, por permitirme participar en este Póstumo Homenaje Poético a Enrique González Rojo Arthur y, por supuesto, gracias también a “Espacio Ser y Crecer”, a Francisco Fierro Brito, a Marcela Romn y a Flor Mendoza por permitirme compartir en este hermoso espacio la palabra.

         En lo personal solamente leeré unas líneas de su poesía. Líneas que están como epígrafe en un poemario mío, en el cual traté de abordar el tema de la soledad del indigente, la soledad del ser, la soledad humana, la soledad del tiempo. Tema, por cierto, que tuve la oportunidad de dialogar con él.

         Antes de ello, permítanme exponer una breve reflexión sobre su obra. Hablar de la obra de Enrique González Rojo Arthur y, más aún, de él mismo, equivale, algo así como intentar deletrear el infinito. Su obra es amplía y compleja, llena de aristas colmadas de sabiduría, de sapiencia, de luces, hallazgos y sorpresas que nunca imaginamos contemplar. Su contenido teórico, social, ideológico y literario, tiene raíces muy profundas.

         La verdad es que para hablar de una obra así, hay que pensarlo muy bien. Caso contrario con suma facilidad nos podemos ir de bruces al pantano. Soy, naturalmente, el menos indicado para hablar de su obra, y de él mismo, por supuesto. En particular por mi gran respeto y amistad que desde mi juventud me unió a él. Es posible que lo cercano sea lo más difícil de ver. Que lo conocido, precisamente por ser conocido, no sea reconocido, diría Hegel. Sin embargo, haciendo uso de una enseñanza suya, trataré de esbozar una posible forma de acercarnos a la misma.

         En una ocasión Enrique mencionó que “los sentimientos y estados de ánimo, por intensos que sean, interesan poco o nada cuando se trata de analizar una obra poética”, o de cualquier índole. En ese sentido, y no sin ciertos titubeos, me atrevo a decir que, para acercarnos de una mejor manera a la obra de González Rojo, uno requiere despojarse de prejuicios y soberbia. Es indispensable humildad, mucha humildad. Caso contrario el venero de conocimiento ahí contenido, además de pasar desapercibido, es posible que en nosotros provoque cierta ceguera.

         Estimo también, por otra parte, la necesidad de mantener cierta prudencia y cautela, ello en virtud de que con suma facilidad podemos caer en la tentación de expresar generalidades de su obra e incurrir en grabes imprecisiones y simplificaciones sin fundamento.

         Hasta donde percibo, una constante en la obra de Enrique González Rojo es el comportamiento natural del devenir del tiempo, la transformación de la esencia de las cosas y, por tanto, la ausencia de puntos fijos en ese devenir. La constante, por tanto, es la búsqueda en el devenir del tiempo y del tiempo mismo. El hallazgo de realidades que se expresan siempre de distinta manera. El ser es, “desde siempre, un siendo”, un “viajar en la carroza de lo efímero”, nos decía.

         En suma, a mi parecer, la obra de González Rojo es tan amplia y compleja que difícilmente, salvo excepciones, admite generalidades. Su fuerza y fortaleza está y estará siempre en la reflexión y en el pensamiento críptico, en las aulas y en el actuar social que vive el desequilibrio del capitalismo en la vida cotidiana.

         En congruencia con lo anterior, yo creo también que la obra de González Rojo cargará, por siempre, una “Y” como piedra filosofal. Una conjunción que comulgará con la revelación del conocimiento, y gracias a la cual podremos deletrear de una mejor manera el infinito. Esa “Y”, en realidad, es un eslabón de su “gramática iracunda” contenida en la esencia de su propia obra. Es y será recurrente, por tanto, escuchar, por ejemplo: Enrique González Rojo “Y” la filosofía, la política, el psicoanálisis, el marxismo, la dignidad humana, la literatura, Platón, Hegel, Revueltas, “y” tantos y tantos otros temas.

         Dicho lo anterior, el verso de González Rojo que prometí leer, ubicado en “Confidencias de un árbol”, corre de la siguiente manera:

Me aproximo a la nada. La olfateo. Demando la agonía. Voy al grano.

Amenazo al oxígeno y golpeo las puertas de no sé qué meridiano,

donde se oye el aullido del gusano que tiene en mi epidermis su trofeo.

 

Caloclica, CDMEX, 11 de marzo de 2021.

Fotografía: Ingrid L. González Díaz
 



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