lunes, 6 de diciembre de 2010

Vivir la vida con la abstinencia propia de la vejez*

Abstenerse de correr y caminar sin prisa, de pensar las cosas que se harán durante el día, una tras otra, sin descanso, es una virtud propia de la vejez. ¿Por qué no dejarse llevar por el azar y ser el azar mismo? Detenerse de pronto a contemplar un niño jugando con otro; ver un pedazo de piedra que tal vez jamás se volverá a ver. Recuerdo aquí unas líneas de Platero y Yo de Juan Ramón Jiménez: “yo dejo ir a su antojo y él (se refiere a Platero), me lleva siempre a donde quiero”, pero, llegado el momento y la circunstancia, nos dice: “dejo a Platero en el prado alto, y yo me echo, bajo un pino, lleno de pájaros que no se van, a leer, Omar Kayam.” ¡Qué hermoso vivir los instantes que ya nunca volverán! Vivir la vida con la abstinencia propia de la vejez: “sin apetitos, sin deseos, sin dudas, sin esperanzas, sin amor y sin odio, tirado a un lado del camino, mirar pasar, eternamente, las horas vacías”, diría Carlos Díaz Dufoo Jr.

*González Licea, Genaro. Aforismos, A propósito de la vida y la muerte, la desesperanza y el desencanto humano, Amarillo editores, Derechos reservados, México, 2000.

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