lunes, 17 de junio de 2024

Reconocimiento a Juan Galván Paulin, lectura de poemas de Genaro González Licea

 

Juan Galván Paulin

Fotografía de su página de Facebook 


Qué gusto participar en este merecido homenaje a don Juan Galván Paulin, todo un poeta y maestro labrando la palabra, la palabra propia y la del otro, alumnos y personas inmersas en la cultura y en la educación de la que somos parte.

    Poeta con voz propia y nada convencional, poeta de inspiración y trabajo, mucho trabajo para forjar la expresión de la palabra, su libertad de ser, su personalidad y alma de escritor sin ataduras. Don Juan Galván es voz profunda y reflexiva, creativa y vital, nos orienta al sumirnos en el mundo literario, real e imaginario, al mundo de esperanza y sueño, de realidad encarnada en alegría o desolación, nos lleva a lo que es y al mismo tiempo dejó de ser, al mundo de encuentro y desencuentro del ser, del ser uno, de ser más uno mismo al aceptase como es.

     Poetas, novelistas y narradores, agradecen y aquilatan la voz de don Juan Galván. Su paciencia, respeto y tolerancia para escuchar la semilla literaria de cada cual, sus latidos y deseos de construir su ser poético, situación que ha contribuido, me parece, al florecimiento de la vida literaria por décadas. ¡Dónde están esos escritores y artistas en general!, ¿importa acaso saberlo?, les aseguro que están entre nosotros, igual que el maestro Galván Paulin, con la humildad de ser personas como nosotros y, a la vez, grandes artistas, poetas y escritores por su calidad humana y su palabra poética y literaria. Cualquier calificación que se haga sobre esa palabra, sería, además de subjetiva, secundaria e intrascendente, un atropello al otro y a uno mismo.

      Esa es la enseñanza de humildad de Galván Paulin, para él, a mi entender, todo aquel que escribe o desea escribir es, antes que nada, una persona y un compañero en el camino de la escritura, no un ser superior o inferior a nadie, solamente es único y distinto a todos. Por ello mismo, para mí no es nada sorprendente que poetas, escritores, pintores, muralistas y creadores de arte y cultura, estén y estarán siempre ahí, igual que él, con su vivacidad y características propias. No conocerán nunca el olvido, siempre estarán ahí, estoicos, como una piedra, sin lloriqueos ni chantajes emocionales. Uno al caminar por las grietas y veredas internas del alma, tal vez los encuentre o no al paso, dialogará o no con ellos, pero ellos, su obra, la obra literaria de don Juan, siempre estará ahí como una parte del todo cultural de la existencia, como parte de la cultura colectiva. Esa, me parece, es la gran enseñanza de la humildad literaria de don Juan, la humildad literaria sin esa búsqueda desesperada de pedestales como objetivo de reconocimiento y gloria.

      La sombra, las sombras, “una sola sombra de dos cuerpos”, un “plumaje de luz y sus preguntas en la ausencia de Dios”, un abrazo, su abrazo, y “en su abrazo el acecho del jaguar la infancia asalte esta vejez y la redima encontrar a tu llegada de ti la sombra que me abraza…”, todo esto y más, mucho más, en Como la sombra acaricia su deseo del poeta Galván Paulin, del poeta que siempre está y estará ahí, en la cultura y el tiempo, con su obra de Ritual de piedra; Desnudo peregrino de mi boca; La arena de sus huellas; El viejo Roth; Dama León; Fotografía del cementerio judío de Praga: “mi vida está en la calle, este lugar es para dormir”, y agrega:

“…ella está en el andén, lo espera y no llega, no llegará aunque ella haya subido al tren y lo busque ansiosa, en esta niebla no puede verse nada (…), en la mirada desde el tren en marcha que ella deja ahí prendida, como centinela para cuando él llegue a buscarla, mientras, su cuerpo se disuelve un año tras otro en la piel de ella, se le sumaron gestos y marcas al rostro que ya no es el mismo en el recuerdo, es el rostro de él que le pertenece, el de sus gemidos, el que llevó a casa porque no podía dejarlo a solas en el andén, el que puede besar entre los murmullos de los pasajeros de este tren del cementerio donde ella y él se encuentran siempre por primera vez desde el día en que llegó aquí, porque la bobe murió el jueves, amasando pan para recibir a los nietos”.

 

Su trabajo literario no conoce fronteras. A cielo abierto nos muestra la huella interna y externa de su paso por la vida. Y ahí está su vivencia Bajo la ceiba de Ochil y del “helor traído de la calle en su orfandad y los zapatos sacuden huellas viejas en el serrín de otros pasos de aquellos senderos del Infierno del Edén en un paisaje de magueyes al amanecer donde pueda evocarte”. Está también el tema de la vejez y el despertar a solas, “despertar así a solas es embarcación a la deriva del lecho   es un naufragio”, o expresiones muy del sublime frenesí del cuerpo: Mi cuerpo germina temblor entre tus labios.

Mas no conforme, sigue y busca y confronta su voz con otras voces, y nace entonces Pavana para dos infantes, así como los ensayos de gran enseñanza para todos: …Calar en el espejo…, Me mato por una mujer traidora, y La pintura de Abraham Ángel. Por supuesto, lo hasta aquí dicho no es limitativo, existen otros textos como Plúmbago Polanco, y un sinnúmero de artículo y notas, miles de notas, de sus exposiciones académicas y conferencias, es el caso de sus disertaciones sobre la obra, entre otros, de dos autores de gran significado en la atmósfera literaria, como son José Lezama Lima y Amparo Dávila.

En lo particular, debo confesar que muy de madrugada y con un café en la mano, leo De biznagas y otros nombres, en especial “la mortaja de tía Serapia”, cuento que me recuerda las sombras y veredas de mi pueblo, de la raíz de los pueblos míos:

“…deja ya de revolcarte sobre el suelo como un enrabiado, ya no puedes seguir comiéndote las uñas con el resabio de tus venganzas, ni puedes seguir apuñalando a los aparecidos ni a los vivos, ni dejar que te lloren por ahí tus hijos regados… ya ves, tu mujer se murió del puro miedo, de vergüenza porque no te quería, porque para ella todo fue una apuesta con las demás muchachas: de que la querías y te daba hijos, de que le calmabas los retozos con tu violencia de animal de monte… ya deja de retorcerte, hijo, que no puedo acomodarte la mortaja…”

 

         Existen mucho más cosas por decir sobre la obra literaria de Galván Paulin, su creación literaria tan única e inconfundible amerita un buen estudio, el cual, al hacerlo, nutrirá y sorprenderá al que lo lleve a cabo, con su tono poético y escritura entretejida, su descripción de voces, sombras, deseos, realidades y sueños, con su libertad de ser y su maestría de expresar el misterio del verbo y el silencio, el vacío encarnado sin puntos ni comas, solamente con puntos suspensivos: “entre mis huellas echa a andar la madrugada y los mezquites sonrisaelbesolamirada cabalgados de tiempo hacen de esta sombra la certeza de mi cuerpo…”, así concluye el maestro como la sombra acaricia su deseo.

No me cansaré de decirlo, don Juan Galván Paulin está y estará siempre en la esfera de la creación poética y literaria, muchas generaciones ya lo han encontrado, otras lo encontrarán, será leído y releído siempre. Por supuesto, el camino se allana cuando se convoca a homenajear a don Juan Galván, como lo ha hecho El Canto de la Alondra, su director el poeta Francisco Fierro Brito, y nuestra estimada Marcela Romn, autora, entre otros, del poemario Los mares que somos.

Convocatoria a la cual acudo con mucho gusto y modestia, mediante los siguientes versos de mi libro Silencio y abandono.

 

Toco mi soledad

Toco mi soledad

con mi alma sepultada.

 

Siento el aroma del sol,

el calor de mi pasado,

el suspiro del polvo que fui,

y el olvido, el silencioso olvido,

floreciendo en lo más profundo de mí.

 

 

El silencio es piedra encendida

El silencio es piedra encendida

durmiendo entre mis manos,

bramido sin agua, ausencia,

sueño y espesura.

 

Es quietud, canto sereno,

vagabunda ilusión de ánima perdida,

distante, sola, como luz liberada

en las grietas de mi olvido.

 

 

La plenitud del silencio

La plenitud del silencio:

encontrarse a uno mismo

con su alma descalza

al fondo del vacío.

 

 

Somos misterio

Somos misterio,

marea desnuda

en la piel del agua,

espinas mirando la existencia,

párpados de inútil destino

y amorosa oscuridad.

 

 

Moriré como una hoja

Moriré como una hoja

que cae y el tiempo la deshace,

como un día que se acaba

y sigue su destino.

 

Moriré, moriré y nacerán espinas,

amorosas espinas dejadas al olvido.

 

 

El viento dispersa mi sombra

El viento dispersa mi sombra,

mis pasos se pierden

y un cirio me mira.

 

El polvo se va conmigo

y a la vez sin mí,

nada somos,

nada, nada somos.

 

 

Mi carne fundida entre la hoguera

Mi carne fundida entre la hoguera,

huérfana de dolor sin mí,

se aleja con su dolor a solas,

con su olor sereno de tierra

y agua evaporada.

 

Mi carne,

luz indigente

de luciérnagas perdidas,

errante vacío de olvido

y polvo liberado.

 

 

No huyas de la sal y el frío

No huyas de la sal y el frío

que tu ser encierra,

déjales vivir su instinto

de morir en paz,

igual que la oscuridad del mar

al palpitar desnuda entre la arena.

 

 

Las flores en mi país

Las flores en mi país

huelen a sudor y olvido,

a carne sangrando sal

y huesos sin sepultar.

 

Sí, las flores en mi país

huelen a ojos sin encontrar,

a cirios y cempasúchil,

y a tierra llagada llorando cal.

 

Son flores tristes, muy tristes,

cargadas sin mecapal.

 

Genaro González Licea

Caloclica, CDMX, junio de 2024 

Genaro González Licea 
Fotografía sin datar



domingo, 16 de junio de 2024

Versos del poemario más reciente de Genaro González Licea: Tu sombra en la mía


 

Genaro González Licea 

Fotografía sin datar 


Somos ausencia

buscando un sendero,

luz sin camino,

pasos de sombra tocando el agua.


Somos almas sosiegas,

semilla descalza,

luciérnagas muertas

amando su soledad.


Somos silencio, suspiro perdido,

nada y vacío. 


Genaro González Licea, del poemario Tu sombra en la mía

Caloclica, CDMX, 16 de junio de 2024. 


Fotografía de Ingrid L. González Díaz