Fotografía de su página de Facebook
Qué gusto participar en
este merecido homenaje a don Juan Galván Paulin, todo un poeta y maestro
labrando la palabra, la palabra propia y la del otro, alumnos y personas inmersas
en la cultura y en la educación de la que somos parte.
Poeta con voz propia y nada convencional, poeta de
inspiración y trabajo, mucho trabajo para forjar la expresión de la palabra, su
libertad de ser, su personalidad y alma de escritor sin ataduras. Don Juan
Galván es voz profunda y reflexiva, creativa y vital, nos orienta al sumirnos en
el mundo literario, real e imaginario, al mundo de esperanza y sueño, de realidad
encarnada en alegría o desolación, nos lleva a lo que es y al mismo tiempo dejó
de ser, al mundo de encuentro y desencuentro del ser, del ser uno, de ser más
uno mismo al aceptase como es.
Poetas, novelistas y narradores, agradecen y aquilatan la
voz de don Juan Galván. Su paciencia, respeto y tolerancia para escuchar la
semilla literaria de cada cual, sus latidos y deseos de construir su ser
poético, situación que ha contribuido, me parece, al florecimiento de la vida
literaria por décadas. ¡Dónde están esos escritores y artistas en general!,
¿importa acaso saberlo?, les aseguro que están entre nosotros, igual que el
maestro Galván Paulin, con la humildad de ser personas como nosotros y, a la
vez, grandes artistas, poetas y escritores por su calidad humana y su palabra
poética y literaria. Cualquier calificación que se haga sobre esa palabra,
sería, además de subjetiva, secundaria e intrascendente, un atropello al otro y
a uno mismo.
Esa es la enseñanza de humildad de Galván Paulin, para él, a
mi entender, todo aquel que escribe o desea escribir es, antes que nada, una
persona y un compañero en el camino de la escritura, no un ser superior o
inferior a nadie, solamente es único y distinto a todos. Por ello mismo, para
mí no es nada sorprendente que poetas, escritores, pintores, muralistas y
creadores de arte y cultura, estén y estarán siempre ahí, igual que él, con su
vivacidad y características propias. No conocerán nunca el olvido, siempre estarán
ahí, estoicos, como una piedra, sin lloriqueos ni chantajes emocionales. Uno al
caminar por las grietas y veredas internas del alma, tal vez los encuentre o no
al paso, dialogará o no con ellos, pero ellos, su obra, la obra literaria de
don Juan, siempre estará ahí como una parte del todo cultural de la existencia,
como parte de la cultura colectiva. Esa, me parece, es la gran enseñanza de la
humildad literaria de don Juan, la humildad literaria sin esa búsqueda
desesperada de pedestales como objetivo de reconocimiento y gloria.
La sombra, las sombras, “una sola sombra de dos cuerpos”, un
“plumaje de luz y sus preguntas en la ausencia de Dios”, un abrazo, su abrazo,
y “en su abrazo el acecho del jaguar la infancia asalte esta vejez y la redima
encontrar a tu llegada de ti la sombra que me abraza…”, todo esto y más, mucho
más, en Como la sombra acaricia su deseo del poeta Galván Paulin, del
poeta que siempre está y estará ahí, en la cultura y el tiempo, con su obra de Ritual
de piedra; Desnudo peregrino de mi boca; La arena de sus huellas;
El viejo Roth; Dama León; Fotografía del cementerio judío de
Praga: “mi vida está en la calle, este lugar es para dormir”, y agrega:
“…ella está en el andén, lo espera y no llega, no
llegará aunque ella haya subido al tren y lo busque ansiosa, en esta niebla no
puede verse nada (…), en la mirada desde el tren en marcha que ella deja ahí
prendida, como centinela para cuando él llegue a buscarla, mientras, su cuerpo
se disuelve un año tras otro en la piel de ella, se le sumaron gestos y marcas
al rostro que ya no es el mismo en el recuerdo, es el rostro de él que le
pertenece, el de sus gemidos, el que llevó a casa porque no podía dejarlo a
solas en el andén, el que puede besar entre los murmullos de los pasajeros de
este tren del cementerio donde ella y él se encuentran siempre por primera vez
desde el día en que llegó aquí, porque la bobe murió el jueves, amasando pan
para recibir a los nietos”.
Su trabajo
literario no conoce fronteras. A cielo abierto nos muestra la huella interna y
externa de su paso por la vida. Y ahí está su vivencia Bajo la ceiba de
Ochil y del “helor traído de la calle en su orfandad y los zapatos sacuden
huellas viejas en el serrín de otros pasos de aquellos senderos del Infierno
del Edén en un paisaje de magueyes al amanecer donde pueda evocarte”. Está
también el tema de la vejez y el despertar a solas, “despertar así a solas es
embarcación a la deriva del lecho es un
naufragio”, o expresiones muy del sublime frenesí del cuerpo: Mi cuerpo
germina temblor entre tus labios.
Mas no
conforme, sigue y busca y confronta su voz con otras voces, y nace entonces Pavana
para dos infantes, así como los ensayos de gran enseñanza para todos: …Calar
en el espejo…, Me mato por una mujer traidora, y La pintura de
Abraham Ángel. Por supuesto, lo hasta aquí dicho no es limitativo, existen
otros textos como Plúmbago Polanco, y un sinnúmero de artículo y notas,
miles de notas, de sus exposiciones académicas y conferencias, es el caso de sus
disertaciones sobre la obra, entre otros, de dos autores de gran significado en
la atmósfera literaria, como son José Lezama Lima y Amparo Dávila.
En lo
particular, debo confesar que muy de madrugada y con un café en la mano, leo De
biznagas y otros nombres, en especial “la mortaja de tía Serapia”, cuento
que me recuerda las sombras y veredas de mi pueblo, de la raíz de los pueblos míos:
“…deja ya de revolcarte sobre el suelo como un
enrabiado, ya no puedes seguir comiéndote las uñas con el resabio de tus
venganzas, ni puedes seguir apuñalando a los aparecidos ni a los vivos, ni
dejar que te lloren por ahí tus hijos regados… ya ves, tu mujer se murió del
puro miedo, de vergüenza porque no te quería, porque para ella todo fue una
apuesta con las demás muchachas: de que la querías y te daba hijos, de que le
calmabas los retozos con tu violencia de animal de monte… ya deja de
retorcerte, hijo, que no puedo acomodarte la mortaja…”
Existen mucho más cosas por decir sobre la obra literaria de
Galván Paulin, su creación literaria tan única e inconfundible amerita un buen
estudio, el cual, al hacerlo, nutrirá y sorprenderá al que lo lleve a cabo, con
su tono poético y escritura entretejida, su descripción de voces, sombras,
deseos, realidades y sueños, con su libertad de ser y su maestría de expresar el
misterio del verbo y el silencio, el vacío encarnado sin puntos ni comas,
solamente con puntos suspensivos: “entre mis huellas echa a andar la madrugada
y los mezquites sonrisaelbesolamirada cabalgados de tiempo hacen de esta sombra
la certeza de mi cuerpo…”, así concluye el maestro como la sombra acaricia
su deseo.
No me
cansaré de decirlo, don Juan Galván Paulin está y estará siempre en la esfera
de la creación poética y literaria, muchas generaciones ya lo han encontrado,
otras lo encontrarán, será leído y releído siempre. Por supuesto, el camino se
allana cuando se convoca a homenajear a don Juan Galván, como lo ha hecho El
Canto de la Alondra, su director el poeta Francisco Fierro Brito, y nuestra
estimada Marcela Romn, autora, entre otros, del poemario Los mares que somos.
Convocatoria
a la cual acudo con mucho gusto y modestia, mediante los siguientes versos de
mi libro Silencio y abandono.
Toco mi
soledad
Toco mi
soledad
con mi
alma sepultada.
Siento el
aroma del sol,
el calor
de mi pasado,
el
suspiro del polvo que fui,
y el
olvido, el silencioso olvido,
floreciendo
en lo más profundo de mí.
El silencio es piedra encendida
El silencio es piedra encendida
durmiendo entre mis manos,
bramido sin agua, ausencia,
sueño y espesura.
Es quietud, canto sereno,
vagabunda ilusión de ánima perdida,
distante, sola, como luz liberada
en las grietas de mi olvido.
La plenitud del silencio
La
plenitud del silencio:
encontrarse
a uno mismo
con su
alma descalza
al fondo
del vacío.
Somos
misterio
Somos
misterio,
marea
desnuda
en la
piel del agua,
espinas
mirando la existencia,
párpados
de inútil destino
y amorosa
oscuridad.
Moriré como una hoja
Moriré como una hoja
que cae y el tiempo la deshace,
como un día que se acaba
y sigue su destino.
Moriré,
moriré y nacerán espinas,
amorosas
espinas dejadas al olvido.
El viento
dispersa mi sombra
El viento
dispersa mi sombra,
mis pasos
se pierden
y un
cirio me mira.
El polvo
se va conmigo
y a la
vez sin mí,
nada
somos,
nada,
nada somos.
Mi carne fundida entre la hoguera
Mi carne
fundida entre la hoguera,
huérfana
de dolor sin mí,
se aleja
con su dolor a solas,
con su
olor sereno de tierra
y agua
evaporada.
Mi carne,
luz
indigente
de
luciérnagas perdidas,
errante
vacío de olvido
y polvo
liberado.
No huyas de la sal y el frío
No huyas de la sal y el frío
que tu ser encierra,
déjales vivir su instinto
de morir en paz,
igual que la oscuridad del mar
al palpitar desnuda entre la arena.
Las
flores en mi país
Las
flores en mi país
huelen a
sudor y olvido,
a carne
sangrando sal
y huesos
sin sepultar.
Sí, las
flores en mi país
huelen a
ojos sin encontrar,
a cirios
y cempasúchil,
y a
tierra llagada llorando cal.
Son
flores tristes, muy tristes,
cargadas
sin mecapal.
Genaro
González Licea
Caloclica,
CDMX, junio de 2024